A propósito del Día de la Niñez, que celebramos cada año, en México
el 30 de abril, las y los trabajadores de la salud mental, observamos
conmocionados y con una gran dosis de impotencia, el trascendente incremento de
los trastornos psiquiátricos y problemas psicosociales en los infantes de
México y mas en nuestro estado de Nuevo León, que sin duda se deben a los
limitados recursos financieros de inversión de las políticas públicas de los
gobernantes en este rubro.
Si correlacionamos, que en las últimas décadas, la maternidad
es desempeñada muy prematuramente, por la prevalencia de más del 30% de
embarazos en madres adolescentes, presente en las últimas décadas, sumado a que
la gran mayoría de los embarazos son no planeados, es decir están en la categoría
de no “deseados” y que luego un gran porcentaje de ellos son objeto de atención,
por la técnica quirúrgica denominada cesárea, 45% a nivel nacional, 70% en
Nuevo León; luego la prevaleciente morbi-mortalidad infantil, relacionadas con enfermedades
infecciosas, el abandono de la lactancia al seno materno, la pobreza parental
de la crianza, con sus carencias, nutricionales, afectivas crónicas, con sus
pobres estimulaciones del desarrollo psicomotor, psicosocial y emocional en las
familias, que se han incrementado por el mal uso de las tecnologías de la información,
donde hasta las tabletas y celulares, se han convertido hasta sustitutos de
los padres, en el cuidado; y finalmente la falta de atención oportuna a los
problemas emocionales, de conducta, de socialización y de aprendizaje de los
niños y niña, que se pueden presentar en la infancia, desde una simple
desviación de su proceso de desarrollo, hasta la integración clara, formando
parte de una enfermedad mental, prefiguramos un futuro sombrío para la felicidad
y el bienestar de la niñez, en pleno siglo XXI.
Luego, si tenemos que a las instituciones educativas,
públicas o privadas no sólo se les dificulta desarrollar sus funciones en el
desarrollo humano integral de los niños, sobre todo en los factores
sociopsicoeconomicos, de sus ambientes familiares, que sin duda también afectan
sus procesos de enseñanza-aprendizaje, sino además que carecen de los recursos
profesionales, técnicos y materiales, para la atención preventiva y de rehabilitación
de los problemas de salud mental y los trastornos psiquiátricos que prevalecen
en sus alumnos de sus escuelas. Se incrementan así, las bases para este panorama sombrío, que
ya nos está invadiendo en nuestras sociedades, con el incremento de la
prevalencia de los trastornos psiquiátricos infantiles. Los estudios en México, sobre la prevalencia de trastornos psiquiátricos en
niños reportan entre un 14 y 20%, de los cuales el 7% son casos severos.
Estimaciones, de investigadores del Instituto Nacional de Psiquiatría, refieren
que los trastornos de ansiedad son los más prevalecientes, con Fobia especifica
del 9% y la Angustia en el 2% de esta población general. Le siguen los
trastornos afectivos, con el Trastorno Distimico con un 6% de prevalencia, el
Trastorno Depresivo Mayor del 2 al 4% de prevalencia en niños y adolescentes,
con estudios específicos en preadolescentes que han detectado hasta el 18% de
prevalencia. Por otra parte en relación a los trastornos de conducta, el
trastorno por déficit de atención (TDA), que afecta el rendimiento escolar de
los educandos, en México se estima una prevalencia en niños en edad escolar del
3 al 5% y en adolescentes de 1 al 2%. El trastorno de conducta
oposicionista desafiante se estima con una Prevalencia del 2 al 6% de la
población más frecuente en el nivel socioeconómico bajo. El Trastorno disocial
de la conducta se estima una prevalecía del 6 al 16% de los varones, en las
mujeres entre el 2 y el 9% y en población general entre el 1.5% y el 3.4% más
en núcleos suburbanos y rurales. En relación a la Enuresis, se ha estimado una
prevalencia en el 49% en los niños de 3 años, el 26% entre los niños de 4 años
y 7% entre los niños de los 5 años; en tanto la Encopresis sólo el 1.5% de
prevalencia en niños mayores de siete años. Sin contar, además con los problemas psicosociales, inmersos
en los niños y niñas, desde la violencia, prevaleciente en el 70% de los hogares, las conductas infractoras, adictivas
y los problemas educativos y sus precarias condiciones para lograr los
objetivos educativos del conocer, del saber y del ser creativos.
Hace décadas que las ciencias de la conducta y las neurociencias
determinaron con claridad los factores de riesgo de los niños, que actúan contra
el desarrollo de un vida plena, saludable, y más de los que son capaces de
generar la irrupción de las enfermedades mentales, desde los genéticos, las
condiciones prenatales, postnatales, ambientales, psicosocioeconomicos y
conductuales, inmersos en su proceso de desarrollo humano, que nos ha reforzado
determinantemente, la concepción de que infancia es destino.
Nuestras sociedades y familias, siguen con el pendiente de
lograr priorizar la inversión de sus recursos y sus tiempos en minimizar al máximo,
esos factores de riesgo y con ello no sólo lograr disminuir la prevalencia de
los trastornos de salud mental, sino además contribuir al máximo bienestar y
felicidad de los niños, y con ello el futuro de nuestras sociedades.