Una de las
sensaciones del estado de ánimo positivo, es la percepción de la felicidad en
los seres humanos, es una condición interna, subjetiva, donde se combinan la satisfacción
por los logros y la emoción de la alegría, que hacen autopercibir el bienestar
de la persona, que influye en sus actitudes y comportamientos relacionales con
el medio ambiente.
Las
personas pueden sentirse más o menos felices, entre más feliz, se es más
positivo en sus pensamientos, lo que favorece abordar sus roles y desempeños
dirigidos a las metas que se ha propuesto, su personalidad interactúa con
relaciones sociales más armónicas, productivas y saludables, generadores de
procesos anímicos, son motivadas a conquistar nuevas metas para fortalecer su autorrealización
con los inherentes placeres intelectuales y físicos de las emociones.
Desde el
marco de la psicología, la mayoría de las escuelas existentes, concluyen que la
capacidad de dar soluciones a los diferentes aspectos de la vida, hace de los
individuos más o menos felices, donde la sensación de autorrealización y
plenitud, les confiere tranquilidad, estabilidad en sus emociones, pensamientos
y conductas, son personas alegres, satisfechas, sin proclividad a la violencia,
con tendencias bondadosas, fraternales y constructivas dirigidas a la solución de
problemas. La
estructura de la personalidad, con sus antecedentes genéticos, ambientales y
psicosociales, determinantes de su desarrollo, particularmente de su
temperamento, influye poderosamente sobre el grado de percepción de la
felicidad, así como en la propensión a los trastornos psicológicos, que generan
una de las causas principales de la perdida de la felicidad, con sus
percepciones del sufrimiento en la mente humana, donde la frustración es la
causa principal.
En la vida
cotidiana, las personas se sienten felices de acuerdo a su estado de ánimo,
donde ordinariamente se siente “plenamente”
satisfecha, por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno, que en el contexto
de nuestras sociedades inmersas en el hiperconsumismo, mercantilista y
deshumanizante, lamentablemente se concreta en las capacidades patrimoniales del tener, de
la propiedad libre, individual y absoluta, así como de los goces placenteros de
las actividades lúdicas inmersas en los sistemas de recreación y
entretenimiento de sus sistemas de dominación.
Esto lo
saben muy bien los especialistas del neuromarketing, no batallan en crear sus
estrategias de publicidad para el hiperconsumo de sus productos, que logran
registrar sus pautas en los circuitos responsables de nuestro cerebro para que inconscientemente
las personas desarrollen pautas de conducta, con esos enlaces neurales,
buscando estados superficiales de felicidad, inmersos en la seguridad, para que
las personas logren su afiliación, donde su mente busque la cooperación, el
compromiso en el trabajo, para que se aprecie, buscando el reconocimiento y
sentirse digno en la sociedad que habita, en ese círculo virtuoso de lograr que
nuestro cerebro se adapte y logre resolver problemas, inhibiendo los circuitos de la percepción de la explotación y dominio de que somos objeto.
Desde los
griegos, la felicidad era el objetivo último del ser humano, y actualmente los dogmaticos
del neoliberalismo, asumen que la
riqueza (es decir, la propiedad libre, individual y absoluta) es su principal
baluarte, mandan al carajo todos los determinantes del existencialismo inmerso
en la prevalencia de la satisfacción con los valores y principios del ser y las
cuestiones asociadas de la ética en la vida actual.
Esto no lo
entienden los comunicadores, cuando reciben la información de la edición 41 de la Encuesta Anual Global de
Gallup, hecha en el 2017, que señala que México es uno de los cinco países más
felices del mundo, pero a la vez es uno de los más pesimistas y dicen “Aunque usted no lo crea, México es el
cuarto país más feliz del mundo, pues la edad, nivel educativo, estilo de vida
e ingresos económicos, son los factores que determinan la felicidad.”
Investigar
la felicidad de las personas es más complejo que esos factores determinantes,
inmersos en esa encuesta, es uno de los temas que los científicos de las
neurociencias y de las ciencias sociales y de la conducta, siguen pendientes de
estudiar holísticamente, mas allá del reduccionismo de las visiones
económicas, políticas y psicosociales.
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