Uno de los ejes principales, promotor de su posicionamiento
con los electores, en la campaña del actual candidato a la presidencia de
México, del partido oficial (PRI), José Antonio Meade Kuribeña, ha sido su "gran
preparación académica" que va desde su educación en el nivel de licenciatura,
donde realizó 2, una en Economía en el ITAM, otra en Derecho, por la UNAM, y el
doctorado en Economía de La Universidad de Yale de EUA. Ha sido tanto su
ostentosidad, que no sólo es reiterativo en sus
publicidades, sino le ha llevado a descalificar a sus adversarios,
principalmente a Andrés Manuel López Obrador, quien sólo cursó una licenciatura
en Ciencias Políticas en la UNAM, con dificultades, obteniendo su título y
cedula profesional posteriormente.
Desde mi imberbe juventud, una y otra vez, escuchaba que los
políticos mejor bregados en la titulitis, que obtenían con sus resplandecientes
maestrías y doctorados, más en el extranjero, desde la Sorbona en Paris, Francia,
pasando por Cambridge en Inglaterra, y no se diga las apreciadas universidades
Americanas de Harvard en Massachusetts y Yale, Connecticut, como si fueran
títulos nobiliarios, les garantizaban el éxito en sus metas personales,
económicas, laborales, con grandes niveles de desempeño en sus cargos públicos.
De tal forma que cuando fueron desplazados, los simples
licenciados, que vivimos como presidentes de nuestra república, desde Adolfo
López Mateos, los magnicidas Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, José
López Portillo y Miguel de la Madrid, nos quisieron deslumbrar, con los
denominados tecnócratas, o sea los más preparados con esos títulos nobiliarios,
que con sus grandes conocimientos y preparación académica, lograríamos los
anhelados niveles de desarrollo económico, social y democrático de nuestro
país, dejaríamos de ser un país tercer mundista. Así empezamos con los sexenios
de los doctores en ciencias económicas, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto
Zedillo, que no sólo prometieron llevarnos a ser un país del primer mundo, sino
durante doce años, nos subsumieron en las grandes crisis económicas y políticas,
que permitió la elección de un presidente opositor panista, que marcó el final
de un período de 71 años, en el que todos los presidentes de México, fueron
militantes del Partido Revolucionario Institucional. Así llegó Vicente Fox, sin
credenciales académicas, sólo con una Licenciatura en Administración de
Empresas, en la Universidad Iberoamericana León, de su estado de Guanajuato,
pero con un Diplomado de Alta Gerencia, impartido por profesores de la Escuela
de Negocios de la Universidad Harvard, que le dio continuidad, a la idea de que
los más altos tecnócratas serían los mejores funcionarios, para lograr las
tareas dirigidas al cambio, al crecimiento económico, la transición democrática
y la anhelada justicia, de los más altos niveles de gobierno, desde las
secretarias, subsecretarias hasta las direcciones generales. Terminó su sexenio
y otra vez seguíamos subsumidos en las crisis económicas, políticas y sociales,
sin democracia ni la anhelada justicia social, inmersos además en una gran
corrupción que galopaba y que les llevo
a fortalecer una mafia del poder integrada por políticos, tecnócratas y grandes
empresarios beneficiarios del poder y sus corrupciones, que luego, mediante un
fraude electoral, impusieron al siguiente presidente panista, Felipe de Jesús
Calderón, abogado egresado de la Escuela Libre de Derecho, con maestría en
economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), además de
maestría en administración pública por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy,
de la Universidad de Harvard en los Estados Unidos. Una vez más se reproducía
el modelo de la tecnocracia, con sus paradigmas deslumbrantes de que iban a
lograr los más altos niveles de desarrollo humano, económico y social, donde no
sólo fueron un fiasco en su desempeño, sino pasaron a la historia como uno de
los gobiernos donde prevaleció la más grave violencia con cientos de miles de
muertos masacrados y desparecidos en su infame guerra contra el narcotráfico.
Finalmente, con el apoyo de la mafia del poder, también
haciendo fraude electoral, llegó el actual presidente Enrique Peña Nieto,
nuevamente del PRI, exhibiendo con cinismo y desvergüenza el amasiato
pripanista. Peña Nieto con sus credenciales de abogado, egresado de la
Universidad Panamericana y una maestría en administración de empresas del
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, otra vez integraba
a los tecnócratas y sus grandes “grados académicos” en los puestos claves para
el desarrollo de las políticas públicas económicas, hacendarias, sociales, de
seguridad y justicia, que refrendaban otra vez el fracaso en su operatividad,
distinguiéndose no sólo como la continuidad de un régimen inmerso en la
violencia, superando los cientos de miles de asesinados y desaparecidos que nos
ha convertido en uno de los países más violentos en el mundo, sino también en
uno de los gobernantes y funcionarios más corruptos; ni que hablar de las injusticias, las graves
desigualdades y la pobreza de la mayoría de la población que vivimos.
Resulta que José Antonio Meade, ha sido funcionario, llegando
a ser pentasecretario, lo mismo con los presidentes panistas, que priistas, en
1991 inicio su trabajo como analista de planeación en la Comisión Nacional de Seguros
y Finanzas, luego en el 2002, fue director del Banco Nacional de Crédito Rural;
en el 2008, fue nombrado Subsecretario de Ingresos de la Secretaria de Hacienda
y Crédito Público, en el 2011 Secretario de Energía, en el 2011 Secretario de
Hacienda y Crédito Público, en el 2012, titular de la Secretaría de Relaciones
Exteriores, en el 2015, Secretario de Desarrollo Social, en el 2016 otra vez es
designado Secretario de Hacienda y Crédito Público. Una trayectoria de
desempeño servil, a los intereses de los oligarcas políticos y económicos de la
mafia del poder, incapaz de imponer sus grandes virtudes, derivadas de su gran preparación
académica, sobre todo en las ciencias políticas y económicas, bregado en las
complicidades de la corrupción, en las secretarías donde él era la máxima autoridad,
donde tenía los instrumentos para la detección precoz y la acción oportuna de
los secretarios y gobernadores que están acusados de corrupción.
Meade, es uno más de los políticos, que prevalecen en la
paradoja, de que sus grandes meritos académicos inmersos en sus grados, no se
correlacionan con el exitoso desempeño en sus cargos, que no sólo nos ha
mantenido, desde hace mas de 40 años, como un país con un crecimiento económico promedio
anual, de no más del 2%, sino con altos niveles de desigualdad, lacerante
pobreza, inmerso en la corrupción, la violencia, con bajos niveles de
escolaridad, prevaleciendo el analfabetismo funcional, sin lograr el derecho
cabal a la educación, a la salud y la seguridad social de nuestros ciudadanos.
Estos grandes políticos ostentosos de sus grados académicos,
sólo nos han demostrado que no sirven para servir a México, que sólo se han
servido de nuestros recursos y el gran patrimonio que tenemos como nación,
logrando enriquecerse, integrándose a las redes de corrupción de la mafia del
poder que nos ha estado gobernando, que nos engendro el salinismo con su
herencia maldita de la cleptocracia que nos ha gobernado.
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