Desde mi imberbe activismo político en la adolescencia, cuando
estamos inmersos en conductas libertarias, emancipadoras, amorosas, fraternales
y solidarias, y donde cotidianamente nos manifestamos contra la imposición, el
autoritarismo, tanto dentro de nuestras familias, como en las relaciones
institucionales y con los grupos de pares, he luchado por que la cultura de la
democracia, sea una realidad, no sólo en la integración de nuestra personalidad, sino
en el seno de todo grupo social de nuestras sociedades.
Así, en la integración a la política, que he vivenciado más en
los partidos de izquierda en México, la democracia no existe, menos en aquellos que se
ubican en el centro, peor en los de la derecha conservadora. Han sido los
partidos políticos los que paradójicamente enarbolan la lucha por la democracia
en nuestra sociedad y pregonan como una de sus virtudes como guía en sus
conductas, integradas en sus documentos básicos, sobre todo en sus principios, su
estatuto y reglamento, obviamente en los que he militado (PCM, PT, PRD), he
terminado renunciando y rechazando las múltiples invitaciones, para integrarme,
tanto de los partidos del régimen de oprobio, que han tenido el poder en México
y Nuevo León (PRI-PAN), como de sus partidos satélites que existieron en el
siglos pasado (PS, PARM, PSD, PST, PFCRN, etc..).
En el 2007, en el ensayo sobre la Democracia al Interior de
los Partidos que desarrollé, y luego premio y
publicó la Comisión Estatal Electoral de Nuevo León, después de la crisis política
existencial al bregar en el PT y en el PRD, avizore la esperanza, de esa integración
cabal de la cultura democrática, en el movimiento de regeneración nacional, que
se venía conformando con las propuestas políticas de Andrés Manuel López Obrador,
iniciadas desde el 2004, en el marco de la lucha contra el desafuero y refrendadas
en las lucha electoral del 2006, que logró la unidad de las izquierdas, con la
victoria de AMLO, que nos fue robada por lo que identificamos como la mafia del
poder, imponiendo a FECAL.
En ese ensayo definía la “Democracia como un proceso en la
operatividad funcional de los partidos políticos donde los militantes
participan en forma libre en la toma de las decisiones respetando sus normas
internas y asumiendo la minoría como suyas las decisiones tomadas por la
mayoría en un marco de respeto incondicional a sus derechos fundamentales como
ser humano”. Enfatizaba la libertad como condición de la persona porque sin
ella la democracia no existe, generalmente pasa a ser simulada y racionalmente
obstaculizada, sustentándose en fundamentalismos ideológicos convertidos en
dogmas, por quienes tienen vocación autoritaria y se transmutan en autócratas u
oligarcas en su enfermiza persecución del poder, para ser usado en la
satisfacción de sus intereses personales, en sus afanes de compensación a sus
conflictos de su personalidad, más que con la lucha por el poder para
glorificar a nuestro pueblo en cuya soberanía radica la esencia de la
democracia. Refería que no
existe la democracia si no existe el respeto a las normas reglamentadas para su
ejercicio en el marco de sus principios y valores básicos; hablaba de la ética
integrada al quehacer político.
Denunciaba como los dirigentes de los partidos políticos en
México parecen adular la famosa ley de hierro de las oligarquías de Robert
Michels, quien señalaba que un partido político nunca sería democrático, porque
en la propia organización estaba el germen de la oligarquía; evidenciaba como los
partidos políticos siguen preservando una estructura interior que es
esencialmente oligárquica y autocrática, como lo señalara desde mediados del
siglo pasado, Maurice Duverger.
Para el oligarca, su principal instrumento en el ejercicio de
la autoridad será el autoritarismo, en el cual se extreman la ausencia de
consensos, la irracionalidad y la falta de fundamentos en las decisiones,
originando un marco social opresivo, carente de libertad para la otra parte del
grupo social
Los partidos se fortalecerían por su alta movilidad y
dinamismo, la integración de la democracia participativa permitiría dirimir conflictos
entre liderazgos, facciones o corrientes ideológicas en su interior. Asimismo,
llevaría a sus candidatos a un mejor nivel de competitividad interna y externa,
evitaría en los candidatos la ambigüedad programática que frecuentemente hace
que se coloquen por encima del partido, potenciando su persona y el
individualismo. Los partidos tendrían que acabar con la simulación de convenciones
y asambleas donde se imponen por pactos o dádivas personas sin el perfil
adecuado, incongruentes con la ideología política del partido en aras de un
pragmatismo electoral que ni siquiera cumple su objetivo en la estrategia del
posicionamiento partidista, ni mucho menos contribuye al desarrollo del mismo.
La democracia al interior de los partidos logra que sus
órganos de dirección funcionen colegiadamente, construyendo la democracia
participativa y deliberativa. Sólo así se logra la unidad en la organización y
la acción política, contrarrestándose el enfermizo individualismo y sus graves
repercusiones en el trabajo político partidista. Los órganos de dirección deben
de preservar su funcionamiento democrático, deliberando y consensando en forma
colegiada donde las decisiones conlleven la unidad en las acciones políticas acordadas,
imponiéndose la disciplina de la minoría a los acuerdos de la mayoría, sólo así
se fortalece la institución partidaria. Democratizar es tanto facilitar la
A los oligarcas no sólo de la política, sino de los
organismos empresariales y financieros, tenemos que convencerlos de las grandes
bondades de la cultura democrática integrada como estilo de vida y su gran
impacto en el desarrollo humano, así como su importancia para la construcción
de una sociedad económicamente desarrollada con sus manantiales de justicia,
equidad, legalidad, pluralidad y humanismo, como prevalece en las sociedades
más desarrolladas en el mundo caracterizadas por sus altos índices de respeto a
los derechos humanos y sociales, con excelentes niveles de seguridad pública,
con escasa prevalencia de violencia social, en cualquiera de sus
manifestaciones, con un alto desarrollo económico, sin deudas externas, con
regímenes fiscales sin privilegios, con régimen de propiedad privada, pero de
uso social y ocupando los primeros lugares del desarrollo mundial en el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, son países que tienen
integrada la cultura democrática en el seno de su sociedad y una convicción
subjetiva ética que rige como normatividad en su sistema político.
No pierdo la esperanza de que lograremos que MORENA sea un
partido que gozará de los mayores niveles de democracia interna, cuando sus
líderes y candidatos sean electos por sus militantes y simpatizantes a través
de mecanismos competitivos y en condiciones de equidad, en procesos de elección
que garanticen la libertad del sufragio, cuando sus decisiones sean
incluyentes, sin marginaciones ni sectarismos, con mecanismos de participación
deliberativa, donde la integración de los órganos de gobierno no discriminen a
los diferentes grupos existentes; donde aquellos que piensen distinto puedan
expresar sus diferencias y preferencias, y agruparse sin temor a ser
castigados; donde los órganos directivos del partido y funcionarios públicos
rindan cuentas a través de mecanismos de control efectivos; donde el militante
tenga acceso a la capacitación y formación política continua, y donde se dé el
respeto pleno a una serie de derechos y responsabilidades que garanticen la
igualdad de los miembros en cualquier proceso de toma de decisiones.
Sigo en la lucha, espero no renunciar, como en los otros
partidos, la
perseverancia y congruencia de AMLO, de algunos de los dirigentes nacionales y
estatales del movimiento y la mayoría de los militantes que lo fundamos nos da
la fuerza y motivación para no declinar.
Las referencias son de los libros:
1- Sartori,
Giovanni, ¿Qué es la democracia?, editorial Taurus, México, 2006.
2- Michels,
Robert, Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias
oligárquicas de la democracia moderna, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1972.
3- Duverger,
Maurice, Los partidos políticos, Fondo de Cultura Económica, XXV reimpresión,
México, 2006.
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