lunes, 18 de febrero de 2019

ATENDER LA VIOLENCIA DESDE LA SALUD PÚBLICA

Vivimos en México las lacras de la violencia e inseguridad, que se han incrementado en los últimos sexenios, generadoras de homicidios, secuestros, feminicidios, desparecidos,  levantones, robos con violencia a las personas, casas y negocios, de vehículos, extorsiones, lesiones dolosas y episodios de violencia familiar, escolar y laboral, en distintos grados cuya prevalencia, puede seguir incrementándose, si no se modifica el paradigma de atención preventiva, en el cual actualmente se hace énfasis de su dependencia del  sistema de justicia penal.

Desde hace 17 años, a principios de este siglo, el documento Informe sobre la Violencia de la Organización Mundial de la Salud 2002, ha estado haciendo el llamado para que “la salud pública, desempeñe un papel mucho más amplio y aglutinador en la lucha contra la violencia, superando el papel asignado al sector de la salud,  sólo en el tratamiento y la rehabilitación de las víctimas y refiriendo que la estrategia planteada desde la salud pública no reemplaza a las respuestas que la justicia penal y los derechos humanos dan a la violencia, sino que  complementa sus actividades y les ofrece más instrumentos y fuentes de colaboración.”
Los expertos concluyen,  la urgente necesidad de invertir en prevención, especialmente en actividades de prevención primaria, que operan antes de que lleguen a producirse los problemas de la violencia, para la cual  definen las siguientes categorías: 1. La Violencia Interpersonal que son los actos violentos cometidos por un individuo o un pequeño grupo de individuos, comprende la violencia juvenil, la violencia contra la pareja, otras formas de violencia familiar, como los maltratos de niños o ancianos, las violaciones y las agresiones sexuales por parte de extraños y la violencia en entornos institucionales como las escuelas, los lugares de   trabajo, los hogares de ancianos, los centros penitenciarios o de readaptación social. 2. laViolencia Autoinfligida, comprende el suicidio que se haincrementado, alarmándonos las tasas de suicidio en la población de edad comprendida entre los 15 y los 44 años, que constituyen la cuarta causa de muerte y la sexta causa de mala salud y discapacidad; finalmente, 3. la Violencia Colectiva, definida como el uso instrumental de la violencia por personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo, frente a otro grupo o conjunto de individuos, con el fin de lograr objetivos políticos, económicos o sociales, comprende los conflictos armados dentro de los Estados o entre ellos, actos de violencia perpetrados por los estados (por ejemplo, genocidio, represión y otras violaciones de los derechos humanos); terrorismo; y crimen organizado; otras son objeto de violaciones o torturas, actos violentos éstos que a menudo se utilizan como armas  para desmoralizar a las comunidades y destruir sus estructuras sociales.

En México, ha sido la violencia del crimen organizado, la que ha incrementado el problema de la violencia en nuestra sociedad, sin duda, fue por la absurda guerra declarada contra la delincuencia, que inicio en el 2006, el gobierno de Felipe Calderón y que le dio continuidad el gobierno de Enrique Peña Nieto, llegando a distinguirnos como uno de los países más violentos en el mundo. Sin embargo esta violencia colectiva se sumó a las estadísticas de violencia familiar, de género y de violencia auto infligida como el suicidio, que venían incrementándose desde principios de este milenio. Las condiciones que facilitaron la aparición de estos fenómenos,  principalmente fueron  las estructuras sociopolíticas y económicas y sus modelos de gobernabilidad del régimen de oprobio que combatimos, con sus lacras de corrupción, injusticia y estrategias represoras, generadoras de graves desigualdades,subsumiendo a la mayoría de la población en la marginación y la pobreza.

Andrés Manuel López Obrador, ha iniciado con las estrategias gubernamentales para superar los factores de riesgo que derivan del desarrollo económico y social, en especial la adopción de medidas que acaben con la corrupción y la impunidad que prevalece en el país. Sus posturas políticas generaran condiciones para lograr los satisfactores mínimos del bienestar de la mayoría de la población, disminuyendo la pobreza y el hambre, que en el pasado se sumaban a la frustración social y política, con la identidad social amenazada y modos insuficientes de gestión de sus conflictos, prevaleciendo la desigualdad y percepción de injusticia. Lo anterior hace que nos acerquemos a las vías de trabajo de fondo, en cualquier sociedad, que logran prevenir la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, política, colectiva, de género, familiar, infantil, escolar, etc., donde no basta la conmoción reactiva ante las cifras estadísticas elevadas, que año tras año, se incrementan y las tragedias derivadas como ha sucedido con las feminicidios y asesinatos colectivos de los últimos años.
Sin embargo en el debate nacional sigue prevaleciendo las respuestas de las políticas públicas contra la violencia, de la procuración de justicia, los organismos responsables de la seguridad, policiacos y militares, así como los organismos defensores de los derechos humanos y no se integra, como problema de salud pública, ni en el proyecto del Plan Nacional de Salud 2018-2014, que ha propuesto el Dr. Jorge Alcocer, Secretario de Salud, a pesar de que el eje fundamental que se propone en las políticas de salud pública, es la prevención en el marco de un modelo de atención integral, holístico a los problemas de salud.

En un modelo holístico de atención a la violencia los ejes de trabajo, que recomendamos la mayoría de los profesionistas de las ciencias sociales y de la salud son: la promoción de la igualdad, la justicia y la dignidad de las personas, el fomento de la tolerancia y el respeto al otro, la potenciación de la responsabilidad individual y colectiva, frente a la situación actual de difusión social de la responsabilidad, la facilitación de un enfoque constructivo en la solución de conflictos, la reducción de la disonancia cognitivo-emocional, en las creencias étnicas y políticas; la reducción de los procesos de justificación moral de la violencia y de la utilización de eufemismos al referirse a ella, el  fomento de conductas pro-sociales en las escuelas y en las instituciones de la sociedad; la promoción de políticas de perdón y de reconciliación; manejo positivo de las emociones inter-grupales; la reducción de la incertidumbre y el desconocimiento entre los miembros de grupos étnica e ideológicamente diferentes.
Desde la salud pública, se tienen que  hacer frente a los factores de riesgo individuales y adoptar medidas encaminadas a fomentar actitudes y comportamientos  saludables, en los niños y los jóvenes durante su desarrollo y a modificar  actitudes y comportamientos en los individuos que ya se han vuelto violentos o corren riesgo de atentar contra sí  mismos. Influir en las relaciones personales más cercanas y trabajar para crear entornos familiares saludables, así como brindar ayuda profesional y apoyo a las familias disfuncionales. Vigilar los lugares públicos así como a concienciar a la población sobre la violencia, fomentar las actuaciones comunitarias y asegurar la asistencia y el apoyo a las víctimas, hacer frente a las desigualdades entre los sexos y a las actitudes y prácticas culturales adversas.

Las diferentes formas de violencia comparten numerosos factores de riesgo subyacentes comunes, algunos consisten en características psíquicas y del comportamiento, como un escaso control de impulsos, emociones, como la ira, una baja autoestima, trastornos de la personalidad y la conducta. Influyen también problemas psiquiátricos, como la depresión y otros trastornos anímicos, la ansiedad, la esquizofrenia, trastorno bipolar o un sentimiento general de desesperanza. Otros como el suicido, están ligados a experiencias, como carencias afectivas, falta de lazos emocionales y de apoyo, el contacto temprano con la violencia en el hogar  y las historias familiares o personales marcadas por divorcios o separaciones.

La violencia es un problema polifacético, para el que no existe una solución sencilla o única, antes bien es necesario actuar simultáneamente en varios niveles y en múltiples sectores de la sociedad para prevenirla, Como vemos son ámbitos de la conducta humana que sólo logran integrarse en individuos cultivadores y promotores de la salud mental, de conformidad con la conceptualización, que los expertos en salud mental de la OMS han consensado y que desde este milenio, luchamos por su integración y que se concreticen en planes y programas de salud mental para nuestros estados.
Como podemos darnos cuenta existe una fuerte interrelación primaria entre la violencia, la salud pública y la salud mental, si queremos superar enfoques reduccionistas y con ello estar intentando tratamientos sintomáticos a problemas que requieren atención a sus raíces, la única forma es desarrollar planes y programas de salud pública dirigidos a fortalecer las acciones de prevención y fomento de la salud mental con una visión integral que atienda la multifactoriedad de estos problemas psicosociales como el comportamiento violento.

Reproducir modelos de atención, sin atender nuestra realidad social, cultural, económica, política y los avances del conocimiento científico, sólo sirve para fomentar la simulación y con ello la ineficiencia de las acciones en estos problemas psicosociales.

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