El miércoles 12 de marzo, del
presente año, fui conmocionado por la muerte súbita de mi esposa Irma Aurelia
Hernández Pérez, fue a la 13:20, cuando después de que le brindamos
maniobras de resucitación cardiopulmonar, no logró responder y fue declarada su
muerte, en el marco de la tragedia, tuvimos la fortuna de estar con ella mis
dos hijos, los tres nietos y yo, que no sólo hicimos lo conducente, en estos
casos, sino que nos permitió despedirnos de ella, en nuestro domicilio
familiar, que por casi tres décadas ha sido nuestro hogar generador del
bienestar y felicidad que tenemos.
La primera persona en llegar
circunstancialmente, casi al mediodía, fue nuestra hija Melanie, no tenía
programado ir, estaba en su trabajo, cuando surgió la necesidad de acudir a
tramitar a una oficina del ISSSTE, su cedula de afiliación como
derechohabiente, para poder recibir los servicios médicos y prestaciones
correspondientes, proceso que a las 11:19, intente aligerar, evitando los males
de la burocracia, solicitándole a un compañero Rogelio Dávila, trabajador de
las oficina centrales, quien consiguió un contacto, surgiendo la necesidad de acudir, antes de las 14.00 horas,
a esa oficina, motivo por el cual, acude a nuestro hogar, para dejar estacionado
su vehículo y trasladarse en un taxi a ese lugar. Llega, son aproximadamente
las 12:15, abre la puerta principal de la casa, sorprendida mi esposa la
recibe, Melanie le informa lo que va a hacer, pide por teléfono un UBER, su
mama le dice que no deje de dar de alta, en ese trámite a los nietos, sus
hijos, cuando repentinamente Irma se desmaya, tiene dificultad para respirar,
cae en su sillón reclinable, se sacude inconsciente, como ahogándose, eran las
12:21, se comunica telefónicamente conmigo, cuando yo manejaba, mi vehículo, en
dirección a nuestra casa, angustiada, con gritos desesperados, me informa lo
mal que estaba su mama, le doy la instrucción que estoy por llegar y que
mientras solicite el auxilio a las EMME, Emergencias Médicas, son las 12:26, llego
no siento pulso, escucho latido cardiaco muy débil y sin respiración de mi
esposa, la acuesto en el piso, inicio masaje cardiaco y respiración boca a
boca, le checo presión arterial apenas alcanzaba las cifras 70/37, se incorpora
a apoyarme Fanny, una enfermera, novia de mi sobrino Hiram, seguimos con las
maniobras, son las 12:50, llega la ambulancia con un paramédico y un médico
internista urgenciólogo, le informo la condición médica critica de mi esposa,
sus antecedentes de insuficiencia cardiaca grado 3 en control, con los
medicamentos que consumía, sin diabetes, hipotiroidea en control y en
tratamiento por síndrome radicular cervical por hernia de disco en C4 y C5,
procede a colocar electrodos para monitoreo EKG, intubación endotraqueal,
aplicación de venoclisis y fármacos cardio estimulantes, sigue con el masaje
cardiaco y el balón de auxilio respiratorio, no responde, se aplana el registro
electrocardiográfico me dice que ya nada se puede hacer, le digo que está bien,
que ya no sigan las maniobras, siendo las 13:20 pm, dejan de hacerlas.
El dolor emocional nos invade,
mis Hijos, Ricky y Melanie, inconsolables juntos sufriendo este trance, algunos
vecinos que estuvieron, nos consuelan, nos dan el pésame, la Sra. Lupita, vecina, a quien
momentos antes, durante el tiempo que hacíamos las maniobras de RCP, le pedimos que
se llevara a los nietos, que llegaban habitualmente de sus escuelas, a su hogar ubicado a tres casas de nuestra vivienda,
para no exponerlos a la trágica escena, solo alcance a ver sus gritos
angustiosos, con el llanto porque eran retirados de nuestra casa, sabían que la
abuela estaba muy mal. Su padre Gualberto, llegó a apoyarnos y sólo alcance a
decirle que fuera con ellos, diciéndole que sacara de mi auto, los alimentos
que traía para que comieran con la abuela, que ella había escogido, la noche
anterior y habíamos acordado que yo los llevaría, ese era el motivo por el cual
me dirigía a nuestro hogar ese día.
Colocamos el cuerpo de mi esposa
en el sofá de la sala, lo cubrimos con la sabana guinda que a ella le gustaba,
en tanto iniciábamos el proceso de los servicios funerarios, lo primero fue
comunicarle a su médico cardiólogo tratante, el Dr. Juan Antonio Limón, quien
sorprendido me cuestiona, le respondo e informo, con el habitual nudo en la
garganta, solicitándole el llenado del correspondiente certificado de
defunción, y que momentos antes le había solicitado al médico urgenciólogo de
las EMME, quien se disculpó de no poder hacerlo por indicaciones de su empresa.
Para lograr el certificado de defunción, primero tuve que acudir al Hospital
Metropolitano, porque este es uno de los lugares que posee los formatos y pensé
que se facilitaría más porque el Dr. Limón ahí labora, como médico especialista
cardiólogo, además de mi desempeño como director del Centro Comunitario de
Salud Mental, de la Secretaria de Salud, órgano rector del sistema de salud en
Nuevo León. Llegó a la recepción del Hospital, son las 14;05 , solicito hablar
con la subdirectora médica, explico el motivo, se me da el acceso, me presento
con la secretaria, telefónicamente le informa a la subdirectora, le ordena que
espere, pasan 20 minutos, y nada, le digo a la secretaria, la tragedia que
estoy pasando, que el cuerpo de mi esposa me está esperando, justifica a su
jefa, diciéndome que está muy ocupada con gente del sindicato, logra
comunicarle mi situación, no me recibe y le da la orden que autoriza la entrega
del formato, acompañándome amablemente a la estación de enfermería, donde nos
lo otorgan. Son las 14:45, salgo rumbo al consultorio del Dr. Limón, para que
haga el certificado de defunción, con cierta lentitud y apoyo que le brindo,
llena los datos del formato, que finalmente firma y me entrega, en tanto, mi
hijo Ricky, había procesado los trámites para los servicios funerarios en una
la agencia Valle de la Paz, localizados en la zona municipal de San Nicolás de
los Garza, donde esta nuestro hogar.
Son pasadas las 15:30 horas, me
dirijo a nuestro hogar, informo a la agencia funeraria, para que por favor,
pasen a recoger el cuerpo de mi esposa y hacer su preparación, para iniciar la
velación, me informan que es imposible, iniciar el día de hoy, por estar
saturados de servicios, me proponen iniciar al día siguiente, jueves a partir
de las 13:00 horas, así lo autorizo. Llego a mi casa, me informa mi hijo que le
comunicaron telefónicamente, de los servicios funerarios, que tardarían de 30 a
50 minutos en acudir a hacer el levantamiento y traslado del cuerpo de mi
esposa, ahí estoy ante el cuerpo inerte, colocado en el sofá de la sala, de mi
amada esposa, por fin mi conciencia y emociones están al cien por ciento con
ella, la abrazo, la beso, le reclamo haberse adelantado, le imploro perdón,
lloro, sollozo, no siento la frialdad de su cuerpo, veo su rostro apacible, sin
rictus del dolor, como dormida, en una de esas tantas facies, que le distinguían
cuando dormía tranquila, feliz, en las camas que compartimos por casi 50 años, intrusivos pensamientos de
que estaba viva, me invadían, la realidad se impone, las promesas desbordan,
amor eterno, hacer su voluntad, de esos pequeños y grandes deseos, en relación
a nuestros hijos, nietos, nuestros familiares, sin faltar ese bregar en las
luchas libertarias y contra las injusticias de nuestra sociedad, donde nos
conocimos en 1973, que permitieron cultivar nuestras relaciones personales
fraternales y solidarias, desbordando el amor con pasión, para luego integrar
nuestro matrimonio y construir nuestra familia.
Mis hijos, me consuelan, juntos
abrazados, compartimos el doloroso momento, pregunto por los nietos, Isaac por
Whats App, me había estado mensajeando preguntando como estaba la abuela,
siguen con la vecina, le doy
instrucciones a mi hija Melanie, de que los traiga para iniciar el proceso de
adaptación a la muerte de la abuela, llegan, con su padre Gualberto, me los
entrega, los paso a la sala, les informo, los tres lloran, sollozan, los
consolamos, les pido que se despidan de la abuela, les refrendo los compromisos
que tenemos, todos armonizados con los deseos de Irma, quien desde su gestación
en el seno materno de Melanie y luego en desde su nacimiento, había sido
fundamental en su crianza, con esa cualidad cuasi madre, dadas las
circunstancias socioeconómicas y psicosociales negativas que estuvieron
inmersas en el ambiente familiar de sus padres.
Son casi las 17:30 horas, llegan
los servicios funerarios, para recoger y trasladar el cuerpo de mi esposa,
hacen recepción de los objetos personales, vestuario y algunas reliquias
religiosas, que engalanaran su ser durante la veneración, que le brindaremos al
despedirnos familiares, amigos y compañeros de los diferentes ámbitos de
nuestra vida, laboral, social y profesional. Una vez que se le coloca en el
vehículo para su traslado, surge otro problema, me comunican que les han
ordenado bajar el cuerpo, por haber encontrado un error en el llenado de la
fecha de nacimiento del certificado de defunción, protesto, afronto al empleado
que está dando la orden, le informo quien soy, medico, que laboro en la
Secretaria de Salud, director del CECOSAM, le exijo que no sea cruel, que sea
sensible, se trata de un error que puedo solucionar en las próximas horas,
accede a trasladar el cuerpo y me condiciona a que para mañana jueves, antes de
la 13:00 horas entregue el certificado de defunción subsanando el error. Ese
día siguió el uso del tiempo, haciendo y atendiendo las múltiples
comunicaciones inherentes a informar sobre los hechos, el lugar y el programa
de actividades de los servicios funerarios, cuyo inicio fue postergado, me
informaron después de las 20:00 horas
que no podrían iniciar a las 13:00 horas, que sería después de las 17:00, el
servicio duraría 24 horas, para concluir el viernes, decidimos que terminaran a
las 14:00 horas. Decidimos no informar a su madre, Gabriela Pérez, por estar
enferma, convaleciente de una cardiopatía, que no resistiría la tragedia, más
cuando hace unos días ella, Selma, otra de sus hijas, y mi esposa, habían
decidido festejar juntas sus cumpleaños, que se darían el 23, 24 y 26 del
presente mes de marzo. La noche, fue una de las más
dolorosas y largas en nuestras vidas.
Por la mañana del jueves, a las 8 horas, inicie la gestión del certificado de
defunción, amablemente se ofreció acudir al Hospital Metropolitano el compañero
de trabajo en la SSA Francisco López. Nos comunicamos con el personal de la
agencia funeraria, para recoger el certificado de defunción que
provisionalmente se habían llevado, nos condiciono su entrega, uno de sus
trabajadores tenía que ser el portador y acompañar en todo el proceso, de tal
forma que acudiría al hospital con Francisco, para dejarlo y recibir el nuevo
formato y una vez llenado y firmado por el Dr. Limón, él se lo llevaría a sus
oficinas. Así se procedió, pero resultó que una vez estando en la oficina de
gobierno del hospital, condicionaron la entrega del formato, sólo si acudía
personalmente el Dr. Limón y ahí lo llenaba, finalmente así se hizo, lográndose
antes del mediodía de ese jueves.
Finalmente lográbamos velar a mi
esposa, después de las cinco de la tarde del jueves, hasta las dos de la tarde
del viernes, durante el velorio, tratamos de hacer medidas preventivas, por el
estado de alerta de la pandemia universal de Coronavirus (COVID 19), que se
iniciaba en la etapa 1 en nuestro país,
nuestro cientos de amigos, familiares, vecinos, compañeros trabajadores
de la salud, políticos, funcionarios, algunos viajantes de otros estados,
acudieron para mostrarnos su amor fraternal, dándonos consuelo, orando, rezando
el Rosario, conversando, compartiendo emociones, pensamientos y recuerdos de
nuestra amada esposa, todos al pie de su ataúd, engalanado con una foto
sonriente plena, feliz, y su cuerpo con un vestido floreado, con tonos rosados,
lilas y violetas, maquillada tenuemente, con sus aretes, medalla milagrosa,
pulsera y un cristo, entre sus manos, que le había regalado y adquirido en 1999
en Santiago de Compostela, España, todo rodeado de cientos de flores, de
acuerdo con sus deseos en vida, que rechazo expresamente los arreglos
denominados coronas.
El Viernes al terminar la misa de cuerpo presente, que el
padre Lalo, amigo de la infancia de mi esposa y de nuestras familias, hizo,
enalteciéndonos sus reflexiones, las lecturas del evangelio, las oraciones, con
la participación de los familiares y amigos dirigidas a fortalecer la fe, la
esperanza, experimentar el amor y el consuelo de Cristo en esos momentos
difíciles. Procedí, como miembro de la familia a dirigir unas palabras en memoria de nuestra amada madre, esposa e hija,
haciendo una breve semblanza de su trayectoria, su legado existencial que nos
deja y finalmente agradecí su asistencia a los servicios funerarios y de todas
las muestras de amor fraternal y solidario que
nos dieron, dando por terminado los servicios funerarios, despidiéndonos
del cuerpo de mi amada esposa, que fue posteriormente cremado y que hoy la
tenemos nuevamente en casa, de acuerdo con su voluntad, es una disposición
final y reverente de sus restos. QEPD.