martes, 22 de diciembre de 2009

SI LOS VALORES CRISTIANOS TRASCENDIERAN

En estos tiempos de celebración de la navidad por los cristianos, aunque también los no cristianos y algunos ateos la utilizan como mero festejo de convivencia social y familiar, se impone la reflexión espiritual en nuestra sociedad inmersa en la cultura judeocristiana que determina los comportamientos morales en la cotidianidad de nuestras acciones conflictuandose permanentemente con el ser político que se ejerce en el marco del necesario laicismo del Estado que se debe mantener y fomentar para lograr la construcción de una sociedad democrática con libertad y justicia, a propósito del uso que los políticos mexicanos confabulan con las jerarquía católicas para acceder y mantenerse en el poder.

Esa reflexión debe ser sobre la crisis de los valores, en esencia cristianos, que han estado incrementándose contribuyendo a la deshumanización y que han merecido hasta la desaprobación papal por la generación de mayor desigualdad y el incremento de las condiciones de explotación del sistema capitalista salvaje referidas ampliamente por el papa Juan Pablo II al oponerse al capitalismo liberal en el marco de su compromiso ético y social que durante su pontificado asumió en la defensa de la dignidad de la persona y los derechos humanos, así como la promoción de la diversidad cultural de los pueblos y el impulso de la justicia social y la moral personal.

Hace diez años tuve la oportunidad de viajar con un grupo de compañeros a Tierra Santa con la guía y apoyo del Sr. Monseñor Aureliano Tapia Méndez quien gracias a su gran conocimiento y sus influencias fuimos objeto de atenciones inéditas desde la información oportuna y continua sobre los lugares y los sucesos que visitábamos, así como las explicaciones del significado histórico en el marco de los diferentes evangelios relatados en la Biblia que generosamente compartía con nosotros, así como por las facilidades que sus colegas nos brindaban para facilitarnos accesos como encargados de los diferentes santuarios desde la Iglesia de la Anunciación de Nazareth, hasta la basílica de las Naciones ubicada en el monte de los olivos, la iglesia del Santo Sepulcro ubicadas en Jerusalén con su tradicional vía dolorosa, el Cenáculo, La Abadía de Hagia Maria o de la Dormición, Iglesia del Dominus Flevit, Iglesia del Padre Nuestro, Iglesia de Santa Ana y la Edícula de la Ascensión: lugar desde el cual Jesús subió al cielo; también La Basílica de la Natividad en Belen, El suntuoso Rio Jordán, el Mar de Galilea, El Mar Muerto, las Ruinas de Cafarnaún, el Desierto de Judea - Israel y Palestina, así como Jaffa y Tel Aviv en Israel. Luego conocimos la ciudad de Santiago de Compostela en España, importante núcleo de peregrinación cristiana, tras Jerusalén y Roma, debido a la creencia de que allí se dio sepultura al Apóstol Santiago el Mayor en su imponente catedral y por supuesto la Ciudad del Vaticano y la representativa Basílica de San Pedro localizada en Roma. Debo revelar que como toda mi familia de origen hemos sido católicos, por tradición, bautizados y confirmados y en mi caso fue precisamente con el padre Aureliano Tapia en la iglesia de San Pedro Apóstol de la colonia Terminal en la ciudad de Monterrey, N.L. México, en los años sesenta del siglo pasado, en los años iniciales de su sacerdocio; con él además realice mi primera comunión y como nos sucede a la mayoría, de los que nos iniciamos en los valores cristianos e intentamos ser congruentes, una vez llegada la adolescencia al enfrentar los problemas sociales y la decepción del mundo católico por sus inoperantes principios y valores que en el nombre de sus burocracias eclesiásticas utilizan a dios para justificar el autoritarismo, la consecuente injusticia y sus lacras de explotación, pobreza y marginación ejercida por los poderosos católicos prevalecientes en nuestra sociedad que pertenecen a los grupos politicos, financieros y empresariales mas conservadores, la decepción con el mundo católico me invadió y los principios y valores fueron recompensados por las ideologías libertarias que se generaban desde principios del siglo pasado en el marco del liberalismo y el socialismo y que en nuestra sociedad generaban movimientos sociales libertarios en los grupos sindicales, campesinos, normalistas y universitarios.

Peor nos fue con esos católicos incongruentes que llegaron a estigmatizarnos como si fuéramos parte del mismo demonio por nuestra perseverante lucha contra esas lacras e injusticias tratando de que prevalezca el estado laico permeado por la democracia, la libertad, la justicia y la equidad en todo la sociedad en el marco de esas ideologías liberadoras que algunos evitábamos ser atrapados por sus dogmas y fundamentalismos muy prevalecientes en los diferentes grupos de izquierda prevalecientes por esas fechas. Eran los tiempos en que algunos sacerdotes ultra conservadores no sólo nos excolmugaban sino azuzaban a la población contra el supuesto demonio que representábamos causando tragedias como la realizada en San Miguel Canoa en el eastdao de Puebla contra estudiantes universitarios en septiembre de 1968, donde la paranoia religiosa contra el comunismo vivida en el pueblo, en gran medida incitada por el párroco local, conduce al linchamiento y su asesinato; en el nombre de dios solapaban la represión del estado con sus métodos de tortura, asesinato y violación permanente de los derechos humanos que costo muchas vidas de compañeros de la denominada guerra sucia en el siglo pasado.

El caso es que al intentar reflexionar sobre los valores cristianos asocie las enseñanzas, vivencias y gratos recuerdos de esperanza que disfrute en ese viaje, estaba en puerta el inicio de este milenio, al menos en esa Tierra Santa no estaban en guerra, los territorios eran gobernados pacíficamente por Israel o los Palestinos, a pesar de las diferencias históricas y ancestrales se observaba la convivencia pacifica y respetuosa de los miembros de las diferentes religiones musulmanas, cristianas y judías que en estos espacios del mundo confluyen con sus ideologías religiosas. Era imponente la espiritualidad que se respiraba en todos los lugares santos, impregnados por la oración y la reflexión y los rituales, un sentimiento de impotencia desbordaba en mi pensamiento al afrontar el cuestionamiento esencial de porque a siglos de distancia la esencia de los valores cristianos no se integraba plenamente al ser humano en nuestra cultura cristiana, sobre todo de quienes detentan el poder político y económico en sociedades como la nuestra, me preguntaba: ¿Como ha sido posible la disociación generalizada que prevalece entre el ser y el deber ser que en nuestras sociedades predominantemente cristianas han favorecido el individualismo, el materialismo y la deshumanización galopante?. Pensaba entonces que si cuando menos los simples conocimientos religiosos del cristianismo se integraran a la experiencia humana trascenderían la existencia de nuestro ser y sumados a los otros conocimientos generados para lograr el bienestar del hombre otro mundo sería posible. Estaba convencido que no se trataba de imponer dogmas ni fundamentalismos religiosos, ni ideológicos, en la lucha que hemos enarbolado por la construccion de una sociedad libre, democrática, justa, plural y tolerante sin pobreza ni marginaciones, se trata de promover los valores mas humanos, que han sido generados en el desarrollo histórico de nuestras sociedades con el respeto a sus culturas.

El cristianismo busca y promueve la lucha por la libertad y la justicia haciendo el amor al prójimo y rechazando toda forma de violencia y de explotación. El cristianismo ofrece una visión global de la existencia humana, un modo de ver y de evaluar todas las actividades y acontecimientos de la vida humana. Esta visión se basa en la verdad sobre el hombre, sobre su destino y sobre sus relaciones con Dios y con el mundo. Los valores tratan de lo que es bueno, y el camino más seguro para saber lo que es bueno para el hombre es conocer quién es el hombre. Sus guías básicas son: 1.-Declaratoria de los diez mandamientos: Amar y adorar a Dios sobre todas las cosas. Respetar el Nombre del Señor. Guardar el Día del Señor. Honrar al padre y madre. No matar. No cometer acciones impuras. No robar. No levantar falso testimonio ni mentir. No consentir en pensamientos impuros. No codiciar bienes ajenos. 2.- De las virtudes contra los siete Pecados capitales: Contra soberbia, humildad. Contra avaricia, generosidad. Contra lujuria, castidad. Contra ira, paciencia. Contra gula, templanza. Contra envidia, caridad; Contra pereza, diligencia. 3. De las Virtudes teologales: Fe Esperanza; Caridad o amor y 4.- De las Virtudes cardinales: Templanza, Fortaleza, Justicia y Prudencia, estos y otros valores espirituales de la humanidad constituyen un patrimonio que se ha transmitido de generación en generación, como un tesoro común para nuestra vida social.
Los principales valores que hacen posible la plenitud de vida en el hombre cristiano son cuatro: los tres primeros son libertad, igualdad y apertura; el cuarto –o primero y principal es el amor solidario. Los tres primeros son requisito indispensable para que haya madurez humana; el cuarto llena de sentido pleno toda la existencia. La libertad es la vieja aspiración del género humano. Frente a una sociedad dividida en clases antagónicas, donde hay opresores y oprimidos, quienes mandan y quienes obedecen, Jesús propone como alternativa una comunidad de hombres libres. Una comunidad que no puede constituirse forzando la libertad de las personas, sino por libre opción: nadie, por tanto, está obligado a pertenecer a ella, ni a nadie se amenaza con penas o castigos si no se hace miembro de la misma. La riqueza es el primer obstáculo para seguir a Jesús, pues domina al hombre y no lo hace libre. Es como un dios que exige pleitesía.
El siguiente valor es la Igualdad, como aspiración humana y voluntad divina, se remonta al Génesis, donde se dice que Dios creó a hombre y mujer iguales entre sí y semejantes a Dios: Iguales, pero diferentes: varón y hembra. Poco tardó, sin embargo, en instalarse la desigualdad en la pareja humana. Inmediatamente después de la dominación de la mujer por el hombre es ya triste dato de experiencia cotidiana después de la expulsión del paraíso y se presenta como castigo de Dios por la desobediencia de la primera pareja. Sin embargo son considerados iguales por naturaleza (hueso de mis huesos/ ambos creados a imagen de Dios ambos). Los miembros de la comunidad de Jesús, compuesta de hombres y mujeres, forman una comunidad de iguales. En la comunidad cristiana está prohibido todo lo que discrimina. La comunidad cristiana no debe seguir ese camino que lleva a la deshumanización, que no es otra cosa, sino la afirmación de la desigualdad de los seres humanos; más bien, debe renunciar a toda jerarquía, porque es por esencia una comunidad de servidores:
El tercer valor es la Apertura, si algo caracteriza al ser humano es su capacidad de comunicación, de relación, de apertura, de acogida. A diferencia de los animales somos "palabra". Frente a la sociedad judía que excluía del pueblo a muchos (leprosos, pecadores, recaudadores, gente con impureza ritual, etc.), Jesús propone un modelo de comunidad abierta e integradora en la que todos son admitidos en principio, incluso los excluidos de la sociedad, con quienes nadie quiere relacionarse: los marginados, los descreídos, las prostitutas y los pecadores.
El ultimo de estos valores, que no deja de ser el primero es el Amor solidario. La libertad, la igualdad y la apertura o acogida hallan su razón de ser más profunda en el amor solidario. A éste se reduce toda la praxis cristiana. La práctica del amor solidario, que da prioridad absoluta al prójimo por encima de los bienes, no conduce, sin embargo, al cristiano a la carencia y a la pobreza, sino a la certeza de que en la comunidad de hombres y mujeres solidarios tendrá cubiertas también sus necesidades: Así el amor solidario se muestra como el valor supremo entre todos los valores humanos y la meta necesaria para alcanzar la plenitud humana, que no es otra, sino llegar a ser hijos de Dios. La libertad, la igualdad y la apertura, imbuidas de amor solidario, tienen para el cristiano su fundamento en el hecho de poseer el mismo Espíritu y tener por Padre al mismo Dios. Su práctica lleva a alumbrar un mundo de hermanos, o lo que es igual, una sociedad alternativa de hombres libres, iguales y acogedores, en la que reina Dios y no el dinero, una sociedad donde se viven a fondo estos grandes valores humanos
El cristiano está llamado a buscar siempre la justicia el vaticano ha reiterado su llamado a rechazar cualquier forma de explotación y por la importancia atribuida a la familia y a la responsabilidad personal según su papa actual: Benedicto XVI. Uno de sus antecesores Juan Pablo VI decía: "Durante siglos el hombre ha buscado lo que es verdadero, bueno y bello. Igualmente ha buscado y vivido los valores de la solidaridad, la justicia y el amor fraterno". Si estos valores cristianos trascendieran en el comportamiento social cotidiano otra sociedad seriamos. Mas aun, coincidimos con la teología de la liberación: “La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre”.

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