miércoles, 2 de diciembre de 2009

LA IZQUIERDA MEXICANA Y LA ETICA POLITICA

Mañana 3 de diciembre inicia el XIII Congreso Nacional del PRD (Partido de la Revolución Democrática) que tiene por objetivo lograr cambios trascendentes para el futuro de la izquierda en México y que, según sus dirigentes, será el marco de inicio para la “Refundación” de este organismo político y de la izquierda mexicana.

La izquierda mexicana decidió integrarse a la lucha por el poder mediante la vía electoral a principios de los setentas en el siglo pasado, en el marco de la reforma política del gobierno, reforma que integraba el régimen de partidos políticos en nuestro país y que para nosotros representaba un falsa estrategia manipuladora del gobierno en el poder, que sin embargo logro ilusionar a algunos compañeros progresistas que luchábamos por la democratización de nuestra sociedad en el marco del régimen autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI) el cual gobernaba con una gran capacidad de represión a través de sus instituciones, que instrumentaba a todos aquellos que nos manifestábamos contra sus estilos de gobierno donde prevalecía el autoritarismo, la injusticia, la desigualdad y la lacerante pobreza de la mayoría de nuestro pueblo.

Para algunos compañeros, este régimen de partidos con partido hegemónico, represento un marco perfecto para aliarse con el poder y cohabitar como intelectuales al servicio de la lucha democrática simulada con el partido en el poder; se trataba según ellos de luchar desde adentro, fundamentados en los fracasos continuos que habíamos estado teniendo en las diferentes luchas sociales, se integraban así sólo por la coyuntura a formar parte de la gente progresista o de izquierda en el partido hegemónico y o sus partidos satélites que existían, mejoraban económicamente y se anquilosaban como activistas por la lucha democrática.

Esta capacidad de incorporar disidentes, reprimir a los opositores, eliminar opciones plurales diferentes sumadas al debilitamiento de los partidos políticos emergentes de oposición fue lo que detuvo por varias décadas el desarrollo de un verdadero régimen de partidos en México. Nuestro espacio de participación política, a finales de los sesentas, fue limitado a actividades clandestinas, por la ilegalidad y la represión que con saña se realizaba sobre el Partido Comunista Mexicano (PCM), y otras organizaciones políticas de izquierda, en el marco de la encarnecida lucha prejuiciosa contra las ideas comunistas, ahí en el PCM se desarrollaría nuestra primera experiencia en el seno de un partido político mexicano, donde quienes integrábamos las bases sólo teníamos una función militante en el ámbito de nuestra formación política a través de sus células; el ejercicio democrático se limitaba a la participación deliberativa en torno a los problemas políticos coyunturales de nuestro estado y las decisiones eran funciones centralizadas por los dirigentes quienes argumentaban fundamentalismos ideológicos impregnados de férreas disciplinas, justificadas en la seguridad de la organización y los lideres, por el acecho permanente del gobierno; las tareas y decisiones políticas no se debían cuestionar, se asumían, imperaba la férrea disciplina partidista. La percepción autoritaria, el centralismo y el abuso en la imposición de líneas de trabajo político, sin consensos nos desmotivaron a seguir en el trabajo político en este partido.

En esos tiempos el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido Autentico de La Revolución Mexicana (PARM) representaban a la oposición simuladora de organizaciones progresistas, socialistas o liberales, que generalmente hacían sus acuerdos cupulares con el gobierno en turno, limitando su quehacer político partidista sin trascender en la lucha por la democracia de nuestro país, en el medio político eran conocidos como partidos satélites del partido hegemónico gobernante o paraestatales por su dependencia económica y política del gobierno y el partido gobernante; sus invitaciones a incorporarnos a militar para el quehacer partidista ni siquiera las considerábamos porque carecían de sentido en el marco de nuestra lucha por la democracia y la libertad de nuestro pueblo.

Los acontecimientos históricos del 2 de octubre de 1968 y luego los del 10 de junio de 1971 llevaron al régimen gobernante a tratar de legitimarse abriendo los espacios políticos a la izquierda y facilitando su integración legal a los partidos a través de una reforma política que fue impulsada por Jesús Reyes Heroles en 1977 . El PCM y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), obtendrían su registro en 1978, el Partido Social Demócrata (PSD), el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en 1981 y el Partido mexicano de los Trabajadores (PMT) en 1984, en estos partidos de izquierda existía la posibilidad de incorporarse al trabajo político partidista, posibilidad que fue desmotivada por la inexistencia de condiciones democráticas en su interior y la prevalencia de fundamentalismos y dogmas ideológicos que sustentaban un incipiente centralismo democrático generador de poderes fácticos productores de autocracias y oligarquías dirigentes que en algunos casos cedían a las tentaciones de cooptación con el gobierno en turno para lograr mantener prebendas y posiciones electorales en el contexto de las políticas de eliminación de la oposición del estado mexicano.

Luego, en el marco de la Reforma Electoral de 1986 y el desarrollo del movimiento democratizador generado por la unificación de organizaciones sociales, sindicales, campesinas, académicos, intelectuales y diferentes partidos políticos de oposición al régimen (como el PMT, PFCRN ex – PST, el PPS, PARM) nos motivo para participar en la lucha con el Frente Democrático Nacional (FDN) donde por primera vez toda la izquierda política nacional y las fuerzas progresistas nos uníamos para lograr el poder que permitiera la necesaria transformación democrática de nuestro país. La perversión de las oligarquías políticas y financieras que gobernaban el país, usando nuevamente sus métodos represivos y de eliminación logró el histórico fraude electoral en 1988. La vía electoral, como estrategia de lucha para acceder al poder, nuevamente nos desmotivaba en el trabajo político en el marco del régimen de partidos.

La mayor parte de los integrantes de los partidos y organizaciones sociales de este FDN fue lo que dio origen al Partido de la Revolución Democrática en su Asamblea Nacional Constitutiva del partido que celebro los días 5, 6 y 7 de mayo de 1989, aunque fue hasta el 26 de mayo de 1989 que obtuvo su registro como partido político nacional; desde entonces, en sus 20 años de existencia los principios y valores esenciales de la democracia y de la ética política se fueron extinguiendo a la medida que llegaron en abundancia los recursos económicos en el marco del financiamiento público hacía los partidos; el empoderamiento electoral, los cargos públicos y las estrategias de cooptación del gobierno en turno. La humildad económica y política de algunos activistas y dirigentes que les distinguía en su obsesiva lucha ideológica contra la “Burguesía” terminó siendo envilecida ideológicamente por el disfrute de placeres que caracterizaban el encanto, no tan discreto, de su otrora enemigo de clase. Las perversiones y desviaciones del quehacer político partidista con sus lacras de cultura antidemocrática, la violación sistemática de los derechos fundamentales de sus militantes y la transgresión impune de la legalidad poco a poco fueron extendiéndose como un cáncer incurable, su estatuto donde están integradas los valores y principios de la democracia, la libertad y la justicia sólo servían como instrumentos virtuales para lograr el ejercicio del poder cupular convirtiéndose de facto en una oligarquía integrada por lideres de corrientes que centraliza la democracia en el marco dogmático y sectario de su corriente ideológica. Trascendía el dicho de que el "acuerdo entre corrientes mata estatuto", así se convertía el camino más fácil, dando paso al pragmatismo, para lograr los beneficios materiales y económicos inherentes de las jugosas prebendas, las seductoras posiciones plurinominales de los puestos electorales que permiten saltar de puesto en puesto y los puestos públicos en la instituciones donde el partido llegaba a ser gobierno. Los militantes y dirigentes de las corrientes lograban un buen nivel de vida al integrarse a la cómoda perversión de la política clientelar, patrimonialista y autoritaria que transcurre en la forma más aberrante de la democracia al interior de los partidos llegando a pelear sin principios éticos las posiciones de regidores, diputados y senadores e integrantes de los órganos de dirección, deciden los manejos financieros discrecionalmente y son quienes seleccionan los candidatos con una excelente legitimación simulada de supuestos procesos democráticos.

Los lideres morales de nuestro partido como Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador y muchos de quienes mantenemos la integridad y congruencia en la política de izquierda hemos coincidido en la necesidad de acabar con el clientelismo, el pragmatismo, el oportunismo, el corporativismo y el burocratismo que prevalecen obstaculizando gravemente el desarrollo institucional del PRD y atándolo a los pequeños y mezquinos intereses de lideres y militantes de las denominadas corrientes políticas que no funcionan como tal sino como grupos de interés tribales donde se ausenta no sólo la discusión ideologica que pregonan sino la ética política.

Mi militancia en el PRD es un intento de mantener la congruencia con el trabajo político desde la izquierda y porque es el único partido donde se conceptualiza la democracia como un “estilo de vida” a lograr en la transformación de la sociedad y en su funcionamiento interno como partido, sin embargo a pesar de que su estatuto privilegia normas, principios y valores sobre la libertad y la democracia en su interior; que por cierto es uno de los estatutos de partidos políticos que tienen mejor contenido para desarrollar la cultura democrática al interior de los partidos en estos ocho años hemos vivenciado los comportamientos antidemocráticos donde prevalecen esas practicas centralistas, clientelares y sectarias en el proceso de selección de sus dirigentes internos y candidatos a puestos de elección popular, en los mecanismos de solución de conflictos de los militantes con tímidos intentos de privilegiar consensos, en el funcionamiento colegiado de sus órganos de dirección y con una incipiente transparencia que sigue fomentando la discrecionalidad con sus afluentes de corrupción de la política, principal causa en la transgresión de la democracia en la vida interna de los partidos. Hoy seguimos demandando la democratización plena al interior del partido y porque la cultura democrática se integre en todos los ámbitos de nuestra sociedad a pesar de la brutal agresión que las oligarquías financieras, mediáticas y empresariales consumaron contra nuestra lucha democrática y liberadora en las pasadas elecciones del 2006 y que concretaron el fraude electoral en contra de nuestro candidato a la presidencia: Andrés Manuel López Obrador, el 2 de julio de ese año, lucha que continuamos en el marco del movimiento nacional contra el gobierno espurio de Felipe Calderón con sus políticas represoras, del brutal empobrecimiento, corrupción e injusticia y de nuestro Partido de la Revolución Democrática.

Si el partido no logra solucionar la inmoralidad prevaleciente subsumiendo la ética al quehacer político supone la renuncia a la lucha por la democracia, la liberación y el socialismo. Los corruptos no son nuestros de la izquierda, ahora ni lo serán nunca. La izquierda no tiene nada en común con personajes o partidos que tras años de luchas en la clandestinidad acaban ejerciendo el poder como líderes millonarios, construyendo mansiones, acumulando bienes inmobiliarios, y cuentas bancarias. En la lucha por la liberación y el socialismo, ética y política navegan y constituyen parte de un mismo proyecto: el bien común y el sentido social del quehacer militante de la izquierda.

Ojala y se logre con seriedad y responsabilidad la Refundación del PRD sin la recuperación de los principios y valores que nos dio origen estará lejana la revolución democrática que anhelamos para nuestra patria.

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