jueves, 4 de febrero de 2010

VIVENCIAS PARTIDISTAS

La semana pasada el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) anuló los estatutos del Partido del Trabajo (PT), aprobados en su congreso nacional, porque son inconstitucionales al favorecer la reelección indefinida que alienta la concentración de poder, carecer de garantías en la justicia partidista y tener mecanismos de votación sin certeza. Asimismo, desconoció a la dirigencia actual, emanada de la elección en ese mismo congreso, ordenando rehacer los estatutos y volver a elegir dirigentes. Por su carácter inconstitucional y las irregularidades registradas en la realización del congreso nacional, los magistrados ordenaron al PT volver a elaborar los estatutos partidistas en un plazo de 60 días naturales, a partir del próximo 15 de julio, y elegir de nuevo a la dirigencia. El dictamen del TEPJF no se detuvo ahí, sino que ordenó lo que deben incluir los estatutos: establecer mecanismos de elección de dirigentes que garanticen el voto y renovación efectiva de los órganos de dirección; crear un órgano independiente e imparcial para conducir los procesos internos; regular la reelección; prever casos de incompatibilidad de funciones; suprimir el voto por aclamación; establecer órganos de justicia partidista autónomos, independientes e imparciales, y regular medios de defensa intrapartidarios.
Este hecho me recordo las vivencias partidistas, que en el marco de un ensayo sobre la Democracia al interior de los Partidos Politicos en México, escribí, siendo premiado y publicado por la Comisón Estatal Electoral de Nuevo León en el año 2008 y que hoy transcribo en los parrafos siguientes, porque las injusticias vivenciadas al interior de los partidos politicos al fin inician un proceso de justicia que no significaran nada si no concluyen y logran fortalecer la democracia desapareciendo oligarquias partidistas generadas por el mismo estado.
En México los acontecimientos históricos del 2 de octubre de 1968 y luego los del 10 de junio de 1971 llevaron al régimen gobernante a tratar de legitimarse abriendo los espacios políticos a la izquierda y facilitando su integración legal a los partidos a través de una reforma política que fue impulsada por Jesús Reyes Heroles en 1977, así El Partido Comunista Mexicano (PCM) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), obtendrían su registro en 1978, el Partido Social Demócrata (PSD), el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en 1981 y el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) en 1984, en estos partidos de izquierda existía la posibilidad para incorporarnos los activistas y luchadores sociales al trabajo político partidista, posibilidad que fue desmotivada por la inexistencia de condiciones democráticas en su interior y la prevalencia de fundamentalismos y dogmas ideológicos que sustentaban un incipiente centralismo democrático generador de poderes fácticos productores de autocracias y oligarquías dirigentes que en algunos casos cedían a las tentaciones de cooptación con el gobierno en turno para lograr mantener prebendas y posiciones electorales en el contexto de las políticas de eliminación de la oposición del estado mexicano.

Luego, en el marco de la Reforma Electoral de 1986 y el desarrollo del movimiento democratizador generado por la unificación de organizaciones sociales, sindicales, campesinas, académicos, intelectuales y diferentes partidos políticos de oposición al régimen (como el PMT, PFCRN ex – PST, el PPS, PARM) se nos motivo para participar en la lucha con el Frente Democrático Nacional (FDN) donde por primera vez toda la izquierda política nacional y las fuerzas progresistas nos uníamos para lograr el poder que permitiera la necesaria transformación democrática de nuestro país. La perversión de las oligarquías políticas y financieras que gobernaban el país, usando nuevamente sus métodos represivos y de eliminación logró el histórico fraude electoral en 1988. La vía electoral, como estrategia de lucha para acceder al poder, nuevamente nos desmotivaba en el trabajo político en el marco del régimen de partidos. En ese mismo año, mi mentor académico, destacada figura intelectual de la izquierda en el estado, intento convencernos de afiliarnos en grupo al partido en el poder (PRI) para asegurar y fortalecer nuestro trabajo y el beneficio económico derivado del trabajo institucional que hacíamos como especialistas de la salud mental en una dependencia del gobierno estatal, que naturalmente nos conflictuó, vivenciando la indignación por estos comportamientos típicos del corporativismo partidista y de la ausencia de libertad política en el trabajo institucional público; la represión laboral mediante el cese injustificado fue una de las consecuencias de nuestra postura.

Luego en 1989 se me invito para formar un partido político de izquierda, el Partido del Trabajo, en cuyas organizaciones sociales había participado apoyándolas desde su origen en nuestro estado, integrándome como fundador y miembro de su Comisión Política Estatal; hasta entonces si algo les había distinguido, a pesar de sus dogmas y fundamentalismos ideológicos, eran sus comportamientos democráticos que prevalecían en sus diferentes niveles de operatividad, donde en el marco de la línea ideológica el poder era soberano en las bases, en el pueblo mismo. Cuando iniciamos el trabajo de construcción del PT una y otra vez escuchábamos y promovíamos la necesidad de estar integrado con las masas, respetar sus decisiones, no imponerse, contribuir en su educación, la necesidad que existiera una amplia democracia para opinar, criticar y proponer, fomentar y respetar la critica y autocrítica, la lucha ideológica, tratar las contradicciones correctamente, luchar contra el autoritarismo, el sectarismo, la corrupción, el oportunismo, el subjetivismo, el individualismo y el centralismo democrático. Principios y valores esenciales de la democracia que fueron extinguiéndose a la medida que llegaron en abundancia los recursos económicos y materiales del gobierno en los procesos de gestión y en el marco del financiamiento público hacía los partidos; el empoderamiento electoral, los cargos públicos y las estrategias de cooptación del gobierno en turno terminaron por ahogar su trascendencia. La humildad económica y política de los líderes que les distinguía en su obsesiva lucha ideológica contra la “Burguesía” terminó siendo envilecida ideológicamente por el disfrute de placeres que caracterizaban el encanto, no tan discreto, del otrora enemigo de clase. Las perversiones y desviaciones del quehacer político partidista con sus lacras de cultura antidemocrática, la violación sistemática de los derechos fundamentales de sus militantes y la transgresión impune de la legalidad me llevaron a renunciar como militante fundador y miembro de su Comisión Ejecutiva Estatal y paradójicamente como uno de los miembros de la Comisión Nacional de Garantías y Controversias, el supuesto órgano autónomo interno que tenia como misión esencial la vigilancia del cumplimiento de las normas estatutarias del partido, estatuto donde estaban integradas los valores y principios de la democracia, la libertad y la justicia que en el marco del fundamentalismos ideológico de los dirigentes era un instrumento virtual para lograr el ejercicio del poder cupular convirtiéndose de facto en una oligarquía que centralizaba la democracia en el marco dogmático de su corriente ideológica. Desde luego que nuestra renuncia ni siquiera fue considerada, para no generar condiciones deliberativas que inquietaran a los compañeros, la respuesta autoritaria no se hizo esperar, como lo hacen todas las oligarquías mediante represión y amenazas inmerecidas no sólo a mi persona sino a los supuestos amigos y compañeros que simpatizaban con mis posturas democratizadoras del PT.

Después de diez años de trabajo en la construcción de ese partido, cooperar a mantener la oligarquía familiar, resultaba el camino más fácil por los beneficios materiales y económicos inherentes de las jugosas prebendas, las seductoras posiciones plurinominales que permiten saltar de puesto en puesto y los puestos públicos en sus instituciones que sin duda facilitan un buen nivel de vida al integrarse a la cómoda perversión de la política clientelar, patrimonialista y autoritaria, vigente en ese partido, que transcurre en la forma más aberrante de la democracia al interior de los partidos donde sus dirigentes lo mismo son funcionarios de sus instituciones, regidores, diputados y senadores e integrantes de los órganos de dirección, deciden los manejos financieros discrecionalmente y son quienes seleccionan los candidatos con una excelente legitimación simulada de supuestas asambleas democráticas; decidí mantener la lucha por la congruencia con los principios y valores ideológicos que junto con otros compañeros hemos enarbolado para lograr la libertad, la justicia y la democracia plena de nuestro pueblo con todo y sus consecuencias que significan de exclusión, marginación, represión profesional y laboral de los oligarcas. Sus tendencias dictadorzuelas a desparecer todo vestigio de mi existencia en su organización fueron inhibidas por la generosidad de los compañeros de las bases que públicamente en sus asambleas reconocían mi modesta contribución a la organización y sus proyectos educativos y de salud que durante muchos años he podido realizar fraternalmente.

Luego de retirarme de ese partido, recibí y rechace invitaciones para integrarme a militar en diferentes partidos desde el PAN gobernante en el país y en el estado, con sus ofrecimientos deslumbrantes en términos económicos y laborales en el marco de mi ejercicio profesional y hasta otros partidos emergentes como Democracia Social, México Posible y el Partido Liberal Mexicano que me invitaban tratando de motivarme con sus “futuros encomiables”; finalmente, un año después, de acercamientos y propuestas de militancia, por algunos de sus dirigentes, decido integrarme a militar al Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el 2002, después de cumplir con un proceso burocrático, que más que facilitaba obstaculizaba el ingreso libre por sus oligarcas dirigentes en el estado de este partido que con sus estilos autoritarios condicionaban mi integración militante a sujetarme servilmente a sus pretensiones políticas, a pesar de ellos logre afiliarme al partido.

Mi integración al PRD es un intento de mantener la congruencia con el trabajo político desde la izquierda y porque es el único partido donde se conceptualiza la democracia como un “estilo de vida” a lograr en la transformación de la sociedad y en su funcionamiento interno como partido, sin embargo a pesar de que su estatuto privilegia normas, principios y valores sobre la libertad y la democracia en su interior; que por cierto es uno de los estatutos de partidos políticos que tienen mejor contenido para desarrollar la cultura democrática al interior de los partidos; en estos ocho años hemos vivenciado los comportamientos antidemocráticos donde prevalecen practicas centralistas, clientelares y sectarias en el proceso de selección de sus dirigentes internos y candidatos a puestos de elección popular, en los mecanismos de solución de conflictos de los militantes con tímidos intentos de privilegiar consensos, en el funcionamiento colegiado de sus órganos de dirección y con una incipiente transparencia que sigue fomentando la discrecionalidad con sus afluentes de corrupción de la política, principal causa en la transgresión de la democracia en la vida interna de los partidos. Hoy seguimos demandando la democratización plena al interior del partido y porque la cultura democrática se integre en todos los ámbitos de nuestra sociedad a pesar de la brutal agresión que las oligarquías financieras, mediáticas y empresariales consumaron contra nuestra lucha democrática y liberadora en las pasadas elecciones del 2006 y que concretaron el fraude electoral en contra de nuestro candidato a la presidencia: Andrés Manuel López Obrador, el 2 de julio de ese año, lucha que continuamos en el marco del gobierno legitimo y su movimiento nacional en defensa de la economía popular además del trabajo militante desmotivante en el marco del PRD por la falta de congruencia entre el ser y el quehacer político que los liderazgos formales han impuesto lesionando con gravedad su institucionalidad.

La deficiente democracia interna vivenciada no es exclusiva de los partidos políticos de izquierda en México, los partidos de derecha como el PAN, el PDM (Partido Demócrata Mexicano, luego Partido Alianza Social PAS) o liberales como el Partido Nueva Alianza (PANAL) o de centro como el extinto Partido del Centro Democrático (PCD) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) también se han caracterizado por comportamientos oligárquicos, donde se toman decisiones de manera vertical, autoritarias, excluyentes, sin tomar en cuenta cabalmente las opiniones de los militantes y donde sólo son consultados para legitimar decisiones políticas y resoluciones ya tomadas por el grupo dirigente. La mayoría de los partidos políticos siguen evadiendo tan sólo el proceso de selección de sus dirigentes mediante el sufragio universal directo y secreto de sus militantes y hacen gala de sus formulas para la integración de asambleas o consejos representativos quienes deciden finalmente la selección de sus dirigentes garantizando así el circulo del poder oligárquico en su organización. Los dirigentes de los partidos políticos en México parecen adular la famosa ley de hierro de las oligarquías de Robert Michels quien señalaba que un partido político nunca sería democrático porque en la propia organización estaba el germen de la oligarquía.

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