jueves, 6 de mayo de 2010

DÍA DEL TRABAJADOR, LOS DESFILES INSULTANTES

Lo que debería ser un día de fiesta para el movimiento obrero mundial y de nuestro país se debe convertir en un día de protesta, de lucha por reivindicar los derechos laborales, sociales y económicos que durante todo el siglo pasado se han estado negando a cumplir cabalmente los gobiernos y empresarios aduladores del sistema neoliberal, del capitalismo salvaje que ya ni la iglesia tolera e insiste en su exigencia, aunque sea simulada, a cambiar ese modelo deshumanizante.
Quienes insisten en hacer este día como fiesta del trabajo, merecerían ser llamados ingenuos, infelices y hasta inconscientes, pues no harían más que sancionar su miseria y la explotación diaria a la que son sometidos. Los lideres de nuestros trabajadores que obligan a desfilar simulando la fiesta y la protesta, seguirán siendo la escoria que como cáncer enferma la organización libre y democrática que debería caracterizar al movimiento obrero integrado en sus sindicatos y organizaciones; los gobernantes deberían de superar sus satisfactores feudales propios de las glorificaciones enfermizas del sadomasoquista desfile simulador que a sus vasallos obligan a efectuar multitudinariamente cada primero de mayo.

Lo que muchos de ellos olvidan, porque así conviene a sus míseros intereses, es que este día se instituyo por el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en Paris en 1889, como una jornada reivindicativa de lucha y de homenaje a los Mártires de Chicago de los Estados Unidos que fueron masacrados en mayo de 1886 por exigir reducir las horas laborales, mejorar las condiciones de trabajo, respeto a su organización y afrontar la persistente represión militar a su movimiento. Desde entonces ha sido un día de movilización global sincronizada de los trabajadores del mundo exigiendo respeto a sus derechos, la mejora de su bienestar y su prosperidad en el marco de sus condiciones generales de vida.

Desconocen además que en México durante el porfiriato, cuando persistía la dictadura sangrienta con sus lacras de esclavitud y asesinatos impunes de los hacendados y empresarios contra sus trabajadores, se inicio lo que sería el proceso de gestación de la lucha obrera revolucionaria en tres planos superpuestos que incluían: la reivindicación de la relación colectiva de trabajo mediante demandas de corte económico y laboral, en el aspecto político, terminar con 30 años de esa dictadura de Porfirio Díaz; y en lo social, la lucha por la transformación profunda de una sociedad cuya prosperidad solo alcanzaba a las clases poderosas y al capital extranjero. De ahí derivarían el movimiento de huelga en el mineral de Cananea, Sonora donde en junio de 1906 los rangers norteamericanos respaldados por el gobernador y policías rurales porfiristas realizaron una cruenta represión con saldo de al menos 24 muertos y decenas de heridos así como múltiples arrestos, sofocando sangrientamente uno de los movimientos obreros más importantes de México. En ese año también se integraría el Partido Liberal Mexicano con un manifiesto cuyo contenido programático incluyo por primera vez las demandas de estos Mártires de Chicago que incluía la jornada de ocho horas, prohibición del trabajo infantil, salario mínimo, indemnización patronal por accidente de trabajo, fin a la discriminación, a las cargas de trabajo excesivas y a las condiciones insalubres de trabajo, además de reivindicaciones sociales como la exigencia de la educación laica obligatoria y gratuita. El 7 de enero de 1907 se llevaría la Huelga de Rió blanco Veracruz en la fabrica de tejidos que se extendió a las fábricas aledañas de Nogales y Santa Rosa, rebeliones que han sido consideradas como sucesos precursores de la Revolución mexicana de 1910 y que posteriormente fueron incorporados a ser homenajeados hasta los desfiles institucionalizados de los gobernantes priístas que corporativizaron la organización del movimiento obrero.

Así el movimiento obrero contribuyo a la lucha revolucionaria, en 1913 la Casa del Obrero Mundial realizo el primer desfile obrero en México demandando jornada máxima de 8 horas, indemnizaciones por accidentes laborales y el reconocimiento de sus organizaciones y dirigentes, el dictador Victoriano Huerta reprimió el movimiento encarcelando dirigentes. En 1917 al promulgarse la Constitución Política Mexicana se impulso al movimiento sindical al introducirse las garantías individuales y sociales y con el articulo 123 relativo al trabajo y la previsión social se establecieron las bases para el mejoramiento de las condiciones de vida para los obreros y sus familias reconociendo el derecho de huelga y el de formar organizaciones para su defensa. Fue hasta el 1 de mayo de 1918 cuando la CROM (Confederación Regional Obrero Mexicana) organizo por primera vez los actos conmemorativos a los Mártires de Chicago y desde 1925 se institucionalizo el desfile con el presidente Plutarco Elías Calles, pasando los desfiles del día del trabajo a ser una expresión manipulada de unidad garantizando un panorama de "estabilidad" para los inversionistas, lo que significaba controlar las demandas de los trabajadores en general. El movimiento obrero sería institucionalizado y el mecanismo ideal para ello fue el corporativismo, que fue impulsado desde el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río quien supeditó el movimiento obrero a la estructura burocrática del grupo hegemónico en el poder, mismo que a la larga conformaría el Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien a lo largo de su historia fortalecería este corporativismo sindical y se encargaría de la organización con toda la parafernalia de los desfiles del sindicalismo oficial el día 1 de mayo ante la tribuna de honor de los titulares de los poderes y sus principales dirigentes obreros.

Así poco a poco se fue extinguiendo la capacidad revolucionaria del movimiento obrero y en pleno siglo XXI casi no existe nada que festejar, la vida del obrero ha sido por la sobrevivencia en medio de las crisis económicas recurrentes donde siempre resulta ser el sacrificado para la recuperación económica de la nación. Las cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) son por si solas conmocionantes: América Latina es el continente más injusto del mundo: 20% de desempleo crónico estructural, subocupación, flexibilización unilateral. Precarización del trabajo, superexplotación y eliminación del derecho a la organización sindical y contratación colectiva en las zonas francas, 50 a 60% de trabajadores en la economía informal, congelamiento y eliminación de la contratación colectiva a través de los acuerdos anuales de gobiernos con empresarios y algunas cúpulas sindicales, como ha sido la práctica en México. El 60% de los trabajadores ganan el salario mínimo que fluctúa entre 60 y 150 dólares mensuales y hacen falta de cuatro a seis salarios mínimos para cubrir la canasta básica de una familia tipo. En 11 países existen formas de reparto individual cuyo objetivo principal es crear un fondo de inversiones capitalistas con el ahorro forzado de los trabajadores. En algunos países este reparto se hace en forma integral como en Chile, impuesto por la dictadura militar desde Pinochet, y en otros, de forma mixta como México, Argentina y Uruguay, a pesar de la oposición de los trabajadores. Con pocas excepciones se sacrifican y deterioran los servicios sociales como son: la salud, la educación, la vivienda y la inversión en programas de infraestructura y desarrollo para pagar la deuda externa. Pagan más impuestos los trabajadores asalariados que los banqueros y empresarios. Entre el 30 y el 40% de nuestros presupuestos son destinados a pagar la deuda externa, otra parte importante se dedica a gastos militares y muy poco o nada a la inversión para el desarrollo y la deuda social. Existe una súper explotación del trabajo de las mujeres, los jóvenes, los campesinos y una súper explotación del trabajo infantil. Si se eliminará el trabajo infantil y sustituyera por empleos dignos en nuestro continente, se eliminaría el desempleo y se podría estimular la economía productiva.

El trabajo, tal como se halla organizado es tal como desearían conservarle los capitalistas, se reduce a la explotación de muchos por unos pocos, al sometimiento servil de la gran masa bajo la voluntad omnipotente de algunos privilegiados, a la eternización de un verdadero régimen de castas en que los de arriba gozan de luz y bienestar mientras los de abajo vegetan en la ignorancia y las privaciones. Trabajar para sobrevivir preocupados por el que comer con un salario que ni siquiera cubre los alimentos de la mal llamada canasta básica, los caros servicios públicos, con las deudas eternas en los espejismos de sus tarjetas de créditos, de los necesarios insumos domésticos, del vestuario, de los créditos de vivienda, la mala salud y no conociendo mas placeres que el trago, la cerveza, la procreación y las fantasías de la industria del sexo disfrazada en la ideotizante televisión, sin faltar el alienante football constituyen el ciclo perverso de la vida de la mayor parte de las trabajadores y sus familias que por generaciones ha prevalecido indignamente.

Por eso a más de 100 años y con la profundidad de crisis mexicana y mundial obliga a los trabajadores a que rescatemos nuestra propia historia de lucha, a que nos constituyamos en un actor revolucionario de nuestra sociedad para liberarla de los persistentes explotadores que al igual que en el porfiriato se resisten al cambio, a que luchemos por un empleo digno, bien remunerado que proporcione los recursos necesarios para una vida digna, con bienestar y prosperidad; necesitamos la revalorización del trabajo y el exacto cumplimiento de los derechos humanos laborales, en el marco de una política laboral integral del gobierno que reactive el crecimiento y desarrollo económico y el fomento del empleo donde todos los trabajadores y trabajadoras tengan derecho a los mismos beneficios, como son los de seguridad y previsión social, seguridad en el trabajo y certeza jurídica, entre otros. En el marco de los derechos de las trabajadoras debemos exigir las construcciones de un marco legal que garantice trabajo digno, condiciones de trabajo seguras, equitativas y satisfactorias y una remuneración justa para las mujeres. Eliminar los obstáculos que impiden a las mujeres hacer uso pleno de su derecho al trabajo, entre ellos el requisito del examen de ingravidez para ingresar a un empleo, o el embarazo como causa de despido. Debemos desterrar la violencia contra hombres y las mujeres en los centros de trabajo que se practica mediante la coerción psicológica, el abuso de las personas y el hostigamiento sexual; considerar en la normatividad laboral la reproducción humana como un asunto de interés social y responsabilidad colectiva; que por lo tanto ser asumida por igual entre hombres y mujer. Exigir la democracia sindical que debe regir el funcionamiento de estas organizaciones, en las que toda dirección y representación será producto del sufragio directo, secreto y universal de sus miembros y su funcionamiento en forma libre, autónoma y transparente para sus agremiados; la organización democrática de las trabajadoras y los trabajadores y de la garantía de sus derechos, es posible enfrentar los nuevos retos del mundo del trabajo derivados de la globalización.

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