A propósito de la indignación y vergüenza que provocaron los comportamientos de la mayoría los lideres integrantes del Consejo Nacional del Partido de la Revolución Democrática, en el proceso de elección del nuevo Presidente y de su Secretario General el pasado fin de semana, así como de los entronados lideres morales y dirigentes sociales de las diferentes corrientes existentes al interior; algunos por su silencio cómplice, otros por prostituir su libertad, los mas por asumir posturas muy distantes de sus principios e ideologías revolucionarias que en este momento contribuyen no solo a la degradación del quehacer político partidista sino además de alejarse de las necesidades exigentes de la profunda transformación política, social y económica que requiere nuestra patria. Sus intereses personales mezquinos de conservarse con el “podercito” privilegiando ser socios minoritarios como lo dijo Octavio Rodríguez Araujo en su columna de esta semana en el periódico La Jornada, están muy alejados del activismo político revolucionario que el país necesita. Estúpidamente siguen peleando sus posiciones en el aparato del partido, luchando rabiosamente por las diferentes secretarias, para posicionarse y extender la lucha para las siguientes candidaturas, obtención de puestos y demás prebendas, que con un mínimo de congruencia envilecerían a cualquier militante y mucho mas a estos dirigentes que tienen un historial de grandes disfrutes y mejorías en su bienestar económico y patrimonial viviendo de la política a costa del erario público. Hubiera sido mas digno discutir y consensar el programa político del PRD en la coyuntura actual y no dar un solo paso atrás en el respeto incondicional a sus estatutos y documentos básicos, en un ejercicio plenamente democrático, libre, sin las lacras de la sumisión ordenada por los lideres de las tribus y luego que los candidatos fueran evaluados racionalmente por los consejeros en el marco de sus propuestas trasformadoras del partido para posteriormente mediante el voto incondicionalmente libre y secreto se expresara su decisión, lejos de los prevalecientes intereses de los cuestionados dirigentes y funcionarios públicos que como Marcelo Ebrard están acostumbrados a la cultura del oportunismo priísta. Mas digno hubiera sido el retiro total de este proceso de los compañeros “antichuchistas”, sacrificando los costes políticos de esos “podercillos”, e iniciar un gran movimiento nacional de rescate del partido, y salirse del circulo perverso de la legitimación de esa izquierda enquistada con sus practicas políticas satelitales del gobernante en turno.
Desde que las reformas electorales se integraron en el siglo pasado como posibilidad de acceso al poder en nuestro país y con ello legalizar y financiar las actividades políticas de las organizaciones, partidos y los dirigentes políticos, se deterioro el activismo honroso sustentado en ideologías, principios y valores que enarbolaban con orgullo los luchadores de izquierda en sus diferentes corrientes liberales, socialistas o comunistas. Los activistas acostumbrados no sólo a sobrevivir en medio de las carencias materiales y económicas sino además a financiar precariamente las acciones de sus movimientos empezaron a vivenciar los satisfactores hedonistas de la buena vida materialista de los estilos burgueses que odiosamente combatían. En tanto el estado complementaba estrategias para fortalecer este control de los opositores y sus bases integrándolos a sus acostumbradas redes clientelares y corporativas, simulando respetar su organización y sus ideologías, gustosamente financiadas con sus programas de las dependencias de gobierno correspondientes, sobre todo los derivados de la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría de Gobernación, los Gobernadores de los Estados en turno con quien hasta se podía negociar políticamente el ejercicio de la justicia de conformidad con los intereses del Estado. Esta estrategia se complemento con la integración de dirigentes e intelectuales en plazas de maestros, investigadores, académicos, directivos, como funcionarios, asesores y/o el suministro de apoyos financieros en sus proyectos empresariales o sociales.
El bienestar y crecimiento patrimonial de la mayoría llegó a niveles muy alejados de su realidad, si este fuera producto del ejercicio honesto de sus profesiones y oficios y si se tuvieran que invertir en los gastos para el activismo político. Por otra parte se sumaba el poder asumido en el enaltecido trato de los aparatos burocráticos del poder, desde una simple regiduría, diputado local, diputado federal, senador de la república hasta el simple trato de señor secretario o las adulaciones banales derivadas de sus liderazgos y el suministro de las prebendas y favores derivadas de sus gestorías y las graciosas concesiones de los funcionarios y gobernantes terminaron por menoscabar sus integridades y los valores básicos de la humildad, la congruencia, honestidad y humildad, supliendo la generosidad por las dadivas y el glorioso sentimiento de sus actos caritativos derivados de su empoderamiento que les ha permitido mantener sus incondicionales apoyos de sus seguidores en una lealtad que pervierte el valor de la solidaridad humana. Así como le neoliberalismo ha degradado este valor fundamental para el desarrollo humano mediante el mercantilismo deshumanizante del dios mercado, ellos han contribuido al retroceso del desarrollo humano con sus conductas degradantes del quehacer político integrando el valor del uso de las personas de conformidad con sus mezquinos intereses. La educación política integrada en sus procesos de adoctrinamiento sólo les ha servido para tratar de justificar sus desviaciones y perversiones de sus conductas políticas, evitando la critica, evadiendo la autocrítica, fomentando la autocomplacencia que extienden a sus militantes de sus organizaciones para quienes el pensar y actuar en libertad y democráticamente esta vedado de sus personas so pena de perder los privilegios beneficiarios de su sumisión a la línea política de su grupo, organización o partido político.
El resultado ha sido la prevalencia de partidos y organizaciones políticas de la izquierda sin congruencia ni integridad política, inmersas en las conductas ignominiosas del clientelismo, el corporativismo, el pragmatismo ramplón, simuladores de la democracia, represores de la libertad, desdeñadores de la ley, del respeto a las normas internas y externas, sin ética política, desideologizados, con fundamentalismos y dogmatismos que al interior de sus instituciones provocan un primitivo funcionamiento orgánico, sectario, alejados del profesionalismo y de la calidad técnica en el desempeño de las funciones inherentes a las tareas políticas y administrativas de sus órganos directivos, con sus militantes, pero sobre todo con los problemas de los ciudadanos y los movimientos sociales, mas allá de las actividades con sus bases o sus organizaciones sociales que cabalgan en su seno.
Observemos como los principales partidos políticos de izquierda en nuestro país: el Partido del Trabajo (PT), el mismo Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el autodenominado de centro izquierda Partido Convergencia (PC) han sido victimas de las estrategias reformistas de los gobiernos emanado del conservadurismo primero encabezado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y ahora por el derechista Partido Accion Nacional (PAN) que han logrado anquilosar los estilos de trabajo de sus dirigentes acotando los limites de su intervención en la lucha por el poder así como su funcionamiento libre, independiente y autónomo pero sobre todo congruente con sus ideologías políticas plasmadas en sus documentos básicos: estatutos, sus programas políticos, y los principios y valores políticos; además cuando han logrado victorias electorales sus gobiernos, con honrosas excepciones han siquiera intentado programas políticos de gobierno congruentes con sus contenidos de sus programas políticos.
Los partidos de izquierda continúan con su deficiente estructuración y operatividad permanente de sus máximas instancias de dirección y organización en todos los niveles, sin funcionamiento óptimo conforme a sus estatutos, reglamentos, su línea política y declaración de principios, lo que facilita liderazgos con direcciones centralizadas, autoritarias, sin democracia participativa, deliberativa; la perorata común, de sus lideres, es practicar la democracia con el funcionamiento colegiado que en los hechos es destruida por el nefasto pragmatismo. Su sólida construcción básica a partir de los denominados comités de base, secciones territoriales, la colonia, el barrio y las denominadas sectoriales han quedado como sueños guajiros producto de esta disfuncionalidad. Si a esto sumamos las debilidades de las capacidades ideológicas y organizativas de los dirigentes y militantes por la ausente formación política, el desconocimiento de sus documentos básicos y la inexistencia de escenarios de discusión y reflexión sobre los problemas del partido y de las políticas públicas, no es sorprendente el deficiente desempeño de los dirigentes y funcionarios en las actividades fundamentales de su partido y del ejercicio de las funciones legislativas y de los diferentes niveles de gobierno, a los que acceden, con sus capacidades disminuidas en sus propuestas y en la participación en escenarios de debate sobre los problemas políticos coyunturales en el contexto de la gobernabilidad. Son partidos donde las transgresiones son constantes con sus normas principios, valores e ideales del partido, derivando en las desviaciones del quehacer partidista: pragmatismo, clientelismo, autoritarismos y dogmatismos. Por eso en sus manejos financieros prevalece la deficiente austeridad, transparencia y rendición de cuentas; a sus dirigentes poco les importa el manejo profesional, con equipo técnico calificado, de las operaciones administrativas, contables y financieras del partido, no publican periódicamente y de manera abierta a todos los militantes la información del manejo financiero y patrimonial del partido; mucho menos el ejercicio eficiente de la fiscalización del gasto, salvo cuando esta en peligro por las auditorias del IFE o de los organismos electorales estatales.
El funcionamiento institucional de los partidos es obstaculizado además por su red de comunicación institucional interna y externa limitadas para las tareas partidistas, el primitivismo comunicacional en el que operan no ha incorporado eficientemente los avances de la tecnología de la informática manteniendo la deficiente comunicación entre sus militantes y órganos de dirección; acuerdos, tareas y la socialización de la información política partidista brilla por su ausencia; ni que decir de su red deficiente de relaciones y comunicación permanente entre ellos, organizaciones afines, ONG,s, sindicatos y su deficiente relación institucional del partido con todos los medios de comunicación del estado. Han sido tantos los años inmersos de los partidos de izquierda en la lucha electoral que paradójicamente no han podido lograr una sólida estructura electoral de sus partidos que garantice mínimamente que a su interior este bien elaborado su padrón de militantes que garantice elecciones internas limpias y democráticas; han sido continuos sus fracaso de sus campañas de afiliación permanente. Al momento de las elecciones han sido incapaces de lograr la cobertura con sus militantes de los funcionarios electorales que garanticen la defensa del voto, desde el representante de casilla hasta los representantes electorales del partido ante los órganos distritales y municipales, ni siquiera los resultados traumáticos del fraude electoral del 2006 motivaron para la solución de este problema que sigue vigente para las próximas elecciones del 2012.
Ha sido clara la ineficiencia como instituciones políticas de los principales partidos de izquierda en México por su inoperatividad cotidiana para su posicionamiento político ante la mayoría de la sociedad y el Estado, su escasa influencia en la formación de las políticas públicas, sus pobres resultados electorales, entrampados en las redes del poder de la oligarquía y sus gobernantes y con ello contribuyendo a obstaculizar el desarrollo social y democrático de nuestra patria. Los lideres siguen entrampados en las redes del poder, con sus vulgares ambiciones, sucumbiendo a la corrupción del enemigo político, temerosos de perder sus posiciones y "podercillos" en el reparto de sus puestos de las burocracias partidistas, la búsqueda de las candidaturas de mayoría y de representación proporcional en las elecciones y el control clientelar y corporativista de sus organizaciones y bases populares.
Desde que las reformas electorales se integraron en el siglo pasado como posibilidad de acceso al poder en nuestro país y con ello legalizar y financiar las actividades políticas de las organizaciones, partidos y los dirigentes políticos, se deterioro el activismo honroso sustentado en ideologías, principios y valores que enarbolaban con orgullo los luchadores de izquierda en sus diferentes corrientes liberales, socialistas o comunistas. Los activistas acostumbrados no sólo a sobrevivir en medio de las carencias materiales y económicas sino además a financiar precariamente las acciones de sus movimientos empezaron a vivenciar los satisfactores hedonistas de la buena vida materialista de los estilos burgueses que odiosamente combatían. En tanto el estado complementaba estrategias para fortalecer este control de los opositores y sus bases integrándolos a sus acostumbradas redes clientelares y corporativas, simulando respetar su organización y sus ideologías, gustosamente financiadas con sus programas de las dependencias de gobierno correspondientes, sobre todo los derivados de la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría de Gobernación, los Gobernadores de los Estados en turno con quien hasta se podía negociar políticamente el ejercicio de la justicia de conformidad con los intereses del Estado. Esta estrategia se complemento con la integración de dirigentes e intelectuales en plazas de maestros, investigadores, académicos, directivos, como funcionarios, asesores y/o el suministro de apoyos financieros en sus proyectos empresariales o sociales.
El bienestar y crecimiento patrimonial de la mayoría llegó a niveles muy alejados de su realidad, si este fuera producto del ejercicio honesto de sus profesiones y oficios y si se tuvieran que invertir en los gastos para el activismo político. Por otra parte se sumaba el poder asumido en el enaltecido trato de los aparatos burocráticos del poder, desde una simple regiduría, diputado local, diputado federal, senador de la república hasta el simple trato de señor secretario o las adulaciones banales derivadas de sus liderazgos y el suministro de las prebendas y favores derivadas de sus gestorías y las graciosas concesiones de los funcionarios y gobernantes terminaron por menoscabar sus integridades y los valores básicos de la humildad, la congruencia, honestidad y humildad, supliendo la generosidad por las dadivas y el glorioso sentimiento de sus actos caritativos derivados de su empoderamiento que les ha permitido mantener sus incondicionales apoyos de sus seguidores en una lealtad que pervierte el valor de la solidaridad humana. Así como le neoliberalismo ha degradado este valor fundamental para el desarrollo humano mediante el mercantilismo deshumanizante del dios mercado, ellos han contribuido al retroceso del desarrollo humano con sus conductas degradantes del quehacer político integrando el valor del uso de las personas de conformidad con sus mezquinos intereses. La educación política integrada en sus procesos de adoctrinamiento sólo les ha servido para tratar de justificar sus desviaciones y perversiones de sus conductas políticas, evitando la critica, evadiendo la autocrítica, fomentando la autocomplacencia que extienden a sus militantes de sus organizaciones para quienes el pensar y actuar en libertad y democráticamente esta vedado de sus personas so pena de perder los privilegios beneficiarios de su sumisión a la línea política de su grupo, organización o partido político.
El resultado ha sido la prevalencia de partidos y organizaciones políticas de la izquierda sin congruencia ni integridad política, inmersas en las conductas ignominiosas del clientelismo, el corporativismo, el pragmatismo ramplón, simuladores de la democracia, represores de la libertad, desdeñadores de la ley, del respeto a las normas internas y externas, sin ética política, desideologizados, con fundamentalismos y dogmatismos que al interior de sus instituciones provocan un primitivo funcionamiento orgánico, sectario, alejados del profesionalismo y de la calidad técnica en el desempeño de las funciones inherentes a las tareas políticas y administrativas de sus órganos directivos, con sus militantes, pero sobre todo con los problemas de los ciudadanos y los movimientos sociales, mas allá de las actividades con sus bases o sus organizaciones sociales que cabalgan en su seno.
Observemos como los principales partidos políticos de izquierda en nuestro país: el Partido del Trabajo (PT), el mismo Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el autodenominado de centro izquierda Partido Convergencia (PC) han sido victimas de las estrategias reformistas de los gobiernos emanado del conservadurismo primero encabezado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y ahora por el derechista Partido Accion Nacional (PAN) que han logrado anquilosar los estilos de trabajo de sus dirigentes acotando los limites de su intervención en la lucha por el poder así como su funcionamiento libre, independiente y autónomo pero sobre todo congruente con sus ideologías políticas plasmadas en sus documentos básicos: estatutos, sus programas políticos, y los principios y valores políticos; además cuando han logrado victorias electorales sus gobiernos, con honrosas excepciones han siquiera intentado programas políticos de gobierno congruentes con sus contenidos de sus programas políticos.
Los partidos de izquierda continúan con su deficiente estructuración y operatividad permanente de sus máximas instancias de dirección y organización en todos los niveles, sin funcionamiento óptimo conforme a sus estatutos, reglamentos, su línea política y declaración de principios, lo que facilita liderazgos con direcciones centralizadas, autoritarias, sin democracia participativa, deliberativa; la perorata común, de sus lideres, es practicar la democracia con el funcionamiento colegiado que en los hechos es destruida por el nefasto pragmatismo. Su sólida construcción básica a partir de los denominados comités de base, secciones territoriales, la colonia, el barrio y las denominadas sectoriales han quedado como sueños guajiros producto de esta disfuncionalidad. Si a esto sumamos las debilidades de las capacidades ideológicas y organizativas de los dirigentes y militantes por la ausente formación política, el desconocimiento de sus documentos básicos y la inexistencia de escenarios de discusión y reflexión sobre los problemas del partido y de las políticas públicas, no es sorprendente el deficiente desempeño de los dirigentes y funcionarios en las actividades fundamentales de su partido y del ejercicio de las funciones legislativas y de los diferentes niveles de gobierno, a los que acceden, con sus capacidades disminuidas en sus propuestas y en la participación en escenarios de debate sobre los problemas políticos coyunturales en el contexto de la gobernabilidad. Son partidos donde las transgresiones son constantes con sus normas principios, valores e ideales del partido, derivando en las desviaciones del quehacer partidista: pragmatismo, clientelismo, autoritarismos y dogmatismos. Por eso en sus manejos financieros prevalece la deficiente austeridad, transparencia y rendición de cuentas; a sus dirigentes poco les importa el manejo profesional, con equipo técnico calificado, de las operaciones administrativas, contables y financieras del partido, no publican periódicamente y de manera abierta a todos los militantes la información del manejo financiero y patrimonial del partido; mucho menos el ejercicio eficiente de la fiscalización del gasto, salvo cuando esta en peligro por las auditorias del IFE o de los organismos electorales estatales.
El funcionamiento institucional de los partidos es obstaculizado además por su red de comunicación institucional interna y externa limitadas para las tareas partidistas, el primitivismo comunicacional en el que operan no ha incorporado eficientemente los avances de la tecnología de la informática manteniendo la deficiente comunicación entre sus militantes y órganos de dirección; acuerdos, tareas y la socialización de la información política partidista brilla por su ausencia; ni que decir de su red deficiente de relaciones y comunicación permanente entre ellos, organizaciones afines, ONG,s, sindicatos y su deficiente relación institucional del partido con todos los medios de comunicación del estado. Han sido tantos los años inmersos de los partidos de izquierda en la lucha electoral que paradójicamente no han podido lograr una sólida estructura electoral de sus partidos que garantice mínimamente que a su interior este bien elaborado su padrón de militantes que garantice elecciones internas limpias y democráticas; han sido continuos sus fracaso de sus campañas de afiliación permanente. Al momento de las elecciones han sido incapaces de lograr la cobertura con sus militantes de los funcionarios electorales que garanticen la defensa del voto, desde el representante de casilla hasta los representantes electorales del partido ante los órganos distritales y municipales, ni siquiera los resultados traumáticos del fraude electoral del 2006 motivaron para la solución de este problema que sigue vigente para las próximas elecciones del 2012.
Ha sido clara la ineficiencia como instituciones políticas de los principales partidos de izquierda en México por su inoperatividad cotidiana para su posicionamiento político ante la mayoría de la sociedad y el Estado, su escasa influencia en la formación de las políticas públicas, sus pobres resultados electorales, entrampados en las redes del poder de la oligarquía y sus gobernantes y con ello contribuyendo a obstaculizar el desarrollo social y democrático de nuestra patria. Los lideres siguen entrampados en las redes del poder, con sus vulgares ambiciones, sucumbiendo a la corrupción del enemigo político, temerosos de perder sus posiciones y "podercillos" en el reparto de sus puestos de las burocracias partidistas, la búsqueda de las candidaturas de mayoría y de representación proporcional en las elecciones y el control clientelar y corporativista de sus organizaciones y bases populares.
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