miércoles, 6 de abril de 2011

VIOLENCIA, MEDIOS DE COMUNICACION Y SALUD MENTAL

A finales del mes pasado más de 700 medios de comunicación de todo el país firmaron un Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, que busca garantizar la libertad de expresión en el marco de la criminalidad y violencia que prevalece en México, según ellos están muy preocupados por “la situación sin precedentes por los niveles y las formas que ha adoptado la violencia que proviene de la delincuencia organizada”. Se comprometieron, además, a ceñirse a una estrategia que otorgue al trabajo periodístico mayor profundidad y limitar los efectos propagandísticos del crimen organizado. Los principios rectores del acuerdo suscritos son: el respeto a las libertades de expresión y de prensa, la independencia editorial de cada medio de comunicación, la obligación de los medios para informar con profesionalismo y la responsabilidad social de los medios sobre lo que informan. En uno de sus criterios editoriales pactan que “los medios debemos promover que la ciudadanía denuncie a los delincuentes y participe, dentro de su ámbito, en la prevención del delito y reducción de la violencia. Esto, por supuesto, sin ponerse en riesgo frente a los criminales”. Los medios de comunicación suscribieron este acuerdo a nivel nacional para el manejo adecuado de la información sobre la violencia generada en la delincuencia que se ha incrementado en nuestro país y en el principal acuerdo de los criterios editoriales expresan: “Los medios debemos condenar y rechazar la violencia motivada por la delincuencia organizada, enfatizar en el impacto negativo que tiene en la población y fomentar la conciencia social en contra de la violencia. Bajo ninguna circunstancia, los medios debemos justificar las acciones y los argumentos del crimen organizado y el terrorismo.

Sin olvidar el objetivo mediatico politico de los monopolios televisivos que dirigieron la organizacion de este acuerdo en el contexto de sus intereses y buscando satisafacer los intereses del fecalismo gobernante en sus decadentes politicas, su preocupación sobre la sociedad violenta que padecemos esta muy lejos de uno de sus objetivos sociales como corresponde este denominado “fomento de la conciencia social en contra de la violencia”, que debería estar integrado en sus empresas socialmente responsables para contribuir al desarrollo social y humano de nuestra sociedad mexicana, ya no digamos en las acciones de fondo que son determinantes de las saludables conductas de los ciudadanos. La violencia infame y sus asociaciones con la delincuencia organizada constituyen una expresión del deterioro de nuestra salud psicosocial donde estamos inmersos no sólo por el proceso de deshumanización con la perdida y el deterioro de los valores humanos sino por el grave incremento de las adicciones, el alcoholismo, el suicidio, los trastornos depresivos, las demencias, los trastornos psicóticos como la esquizofrenia. Sumemos el acecho de un futuro sombrío, por el incremento de los trastornos de conducta disruptiva de nuestros niños donde destacan el denominado trastorno déficit de atención y el trastorno de conducta disocial en el marco de deficiencias educativas que no logran solucionar los graves problemas de aprendizaje que alimentan las cifras negativas de adolescentes y jóvenes con escasa competencia para el desarrollo de habilidades y destrezas que sumados a las perversas políticas del gobierno obstaculizan su integración educativa, deportiva, recreativa y laboral sumándolos solo a las cifras negras de los mal denominados ninis.

Sin duda los medios de comunicación tienen un papel muy trascendente en la construcción de una sociedad sin violencia criminal, pero más importante es en la cultura por la salud mental, contra el estigma de la enfermedad y las atenciones del personal de salud mental en las personas enfermas que están fuertemente asociadas y constituyen una de las estrategias integradas el marco paradigmático de las intervenciones propuestas con el modelo de la salud pública desde finales del siglo pasado y que han derivado en documentos recomendatorios de la OMS para que los países incorporen en sus políticas contra la violencia, sin que nuestro país haya logrado integrarlo en sus programas de gobierno, con excepción de las relacionadas con la violencia intrafamiliar. En todo este tiempo los medios de comunicación han sido los grandes ausentes no sólo en el manejo saludable y adecuado de los sucesos relacionados con la violencia y la enfermedad mental sino por su desinterés en disminuir los contenidos de sus programas de entretenimiento, incluyendo sus barras infantiles y deportivas, que promueven la violencia, los prejuicios y conceptos erróneos de la salud y las enfermedades mentales. Han estado ausentes de las funciones promotoras de la salud emocional y mental de sus ciudadanos y más lejos de su contribución al uso social y mediático del lenguaje de la enfermedad mental que fortalece y promueve el estigma de los trastornos psiquiátricos. Cada vez que reflexiono en este tema no dejan de abordarme sus contenidos cotidianos que prevalecen con sus imágenes estúpidas donde las agresiones físicas son proyectadas como algo gracioso, burlesco, sobre todo si se hacen estas conductas con los personajes tontos que ridiculizan a nuestro indigenismo, a los retrasados mentales o las deficientes funciones propias de la edad como en la vejez y no se diga de los enfermos mentales que deambulan con sus conductas extravagantes, para la risa, proyectándolos como violentos y que no merecen ningún respeto. Mas estúpido ha sido justificar las grandes cifras de los mas de cuarenta mil muertos en este gobierno, supuestos delincuentes, como necesarias por ser de los “malos” desvalorizando la vida misma, con similitud a la estrategia genocida que los fascistas alemanes promovieron en sus políticas eugenésicas del siglo pasado, de exterminar a los malos, en la absurda distorsión de las teorías darwinistas; no se diga de los asesinatos de personas inocentes que los funcionarios designan como efectos colaterales, concepto derivado de la jerga militar en las guerras.

La sociedad no violenta no se puede construir fomentando la violencia misma. Si los medios de comunicación se han resistido cuando menos a cumplir cabalmente sus funciones informativas y formativas, es muy difícil esperar que integren sus objetivos en consonancia con las necesidades actuales de acotar esta violencia social que nos agobia y se conviertan además en promotores de las conductas saludables mental y emocionalmente porque estos dos ámbitos se han convertido en los referentes fundamentales de sus estrategias mercadotécnicas en su insaciable lucha por el posicionamiento en el rating con sus grandes beneficios económicos. Necesitamos de un pacto social de todos los medios de comunicación, públicos y privados donde decidan autorregularse creando marcos reglamentarios que definan con claridad las conductas a asumir en sus actividades, privilegiando su contribución al desarrollo humano y social en sus funciones informativas, formativas y de entretenimiento, armonizando sus objetivos económicos que constituyen el eje central de su funcionamiento actual, privilegiando la difusión de la cultura y las artes que humanizan a las sociedades, integrando el conocimiento científico en los diferentes contenidos programáticos, sobre todo de los contextos informativos generadores de opinión, mas allá del trato dramatizador, de los usos compasivos y lastimeros; lejos de la frivolidad y sus rasgos de crueldad, que prevalece ante los problemas sociales o humanos de las personas inmersas en sus contenidos, fomentando las percepciones y visiones positivas de la salud y los enfermos mentales, desasociando la enfermedad mental de la violencia, alejando de sus crónicas sociales cotidianas, mostrando a las victimas de violencia o enfermedad mental como personas integras, cuidando el lenguaje de no etiquetar, pero sobre todo desmontando mitos y prejuicios sobre estas problemáticas. Agreguemos, en ese pacto, su incondicional apoyo al uso de tiempos y espacios en sus medios para la educación para la no violencia, la protección y fomento de la salud mental de la sociedad así como en el cumplimiento de los marcos regulatorios sobre la difusión publicitaria del prevaleciente consumo de alcohol en sus diferentes presentaciones comerciales, dejando de integrarlo fantasiosamente al éxito en sus productos artísticos y deportivos, explotando los fanatismos y las deficiencias maduracionales cognoscitivas y afectivas de sus seguidores sustentados en sus innovadores neuromercadeos; imaginemos que estos medios dejan de aceptar las estrategias legaloides abusivas, fomentadas por los insaciables empresarios, que han contribuido a convertir al alcoholismo en un grave problema de salud pública y su evidente asociación con las conductas criminales violentas, el homicidio, los feminicidios, las muertes y lesiones derivadas de los accidentes de los vehículos de motor, el suicidio, la cirrosis hepática y la violencia intrafamiliar.

La construcción de la sociedad no violenta y la salud mental y social de sus integrantes será producto además de su permanente instrumentación estratégica en los diferentes procesos educativos que en las diferentes etapas de la vida son necesarios para la formación del ciudadano libre, democrático, plural y humanista acorde con las necesidades históricas de nuestra patria para transitar a la siguiente etapa del desarrollo humano que anhelamos, es este el contexto fundamental que los medios deben tener como determinante y no sólo como lo refieren en el texto del referido acuerdo: “expresamos nuestra determinación a emprender todas aquellas acciones que contribuyan a la consolidación del Estado de derecho, sabedores de que sólo en el marco de este Estado es posible la vida democrática y el goce pleno de las libertades fundamentales que consagra nuestra Constitución”.

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