En esta semana dos sucesos políticos, que acontecieron, son paradigmáticos de las realidades político-sociales que enfrentamos en el mundo en el marco de la lucha por que prevalezca la libertad y la justicia en nuestras comunidades. Uno lo generó el presidente de USA y otro el de nuestro México, Enrique Peña Nieto al poner en marcha su ignominiosa Cruzada Nacional contra el Hambre.
El primero, fue durante la ceremonia donde Barack Obama, rindió juramento para seguir su segundo periodo presidencial, como gobernante de los Estados Unidos de America, donde su discurso central estuvo en la inclusión y la unidad de acción de todos los ciudadanos, para defender los derechos y las libertades individuales, consagrados por los documentos y principios de la fundación de este país. Esta inclusión, fue lo mismo de razas, los negros, latinos, asiáticos y blancos, que las mujeres, gays e inmigrantes; pobres y ricos, que “juntos determinan el futuro de Estados Unidos”. Agrego y enfatizó que “el país no prospera cuando las necesidades básicas de salud, educación y trabajo no están al alcance de todos”. Su discurso abordo, además, temas que habían generado esperanzas desde que asumió el poder en su primer periodo, desde la defensa de derechos humanos, civiles y los inmigrantes, hasta el medio ambiente, el fin de las guerras, la paz y una crítica al divisionismo político que promueven los partidos políticos opositores, principalmente el derechismo republicano.
En el país mas poderoso de la tierra, económica y militarmente, y en un día simbólico y trascendente en su historia, porque coincidió esta ceremonia-juramento en el Día de Martin Luther King, recordado como uno de los mayores líderes y héroes de la historia de Estados Unidos, que logró, en su lucha por los derechos civiles, contra la pobreza y la paz, terminar con el apartheid estadounidense y la discriminación racial a través de medios no violentos. Resulta que el discurso de Obama se contrapone a la lamentable realidad que contrasta políticamente con lo que ha generado él mismo, en sus primeros cuatro años de gobierno, donde según los expertos, como el economista, premio Nobel, Joseph Stiglitz escribe que “con la desigualdad a su nivel más alto desde antes de la depresión, una recuperación robusta será difícil a corto plazo, y el sueño americano –una buena vida a cambio de duro trabajo, está muriendo lentamente”.
Sí, la sociedad estadounidense se esta alejando de los anhelos de libertad y justicia, muy lejos de la inclusión, la igualdad y la paz, persiste un modelo económico político social donde sus gobiernos han privilegiado sus dogmas caducos que el mismo Barack Obama (2009), en el éxtasis de su victoria, en su también discurso del toma de posición del 2009, había reconocido, al decir “ Hoy nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia. Hoy hemos venido a proclamar el final de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y los dogmas caducos que durante demasiado tiempo han estrangulado nuestra política”. Obama ha sometido sus decisiones políticas a las demandantes condiciones de las oligarquías económicas dominantes, el mismo Joseph Stiglitz, señala que el uno por ciento más rico en ingresos concentró 93 por ciento del incremento en ingresos en 2010, los hogares en medio de la pirámide económica tienen un ingreso menor hoy que en 1996 y el sueldo de un trabajador masculino típico hoy es inferior al de 1968, a la vez, millones permanecen en el desempleo y los salarios reales se han estancado o reducido, en tanto las ganancias de las empresas estadounidenses han crecido 171 por ciento.
Los rostros de la ignominiosa explotación, símiles de la esclavitud, que hace ciento cincuenta años aboliera Abraham Lincoln, siguen vigentes en las condiciones laborales de los inmigrantes, sobre todo de origen hispano, sin contar que a pesar que Obama es el primer presidente afroestadunidense parece no saber que la pobreza, la precarización económica, la prisión o la libertad condicional se ciñe mas sobre su raza, mas en función de de la guerra contra las drogas. Ni que decir de sus retóricas sobre sus preferencias hacia la paz, que ya le llevaron a lograr hasta un premio Nobel, cuando sus políticas armamentistas se han sujetado a los intereses empresariales, alejándose del control de armas y sin medidas ejemplares contra el trafico de ellas a países inmersos en la violencia, como el muestro; retoma, actualización el discurso de Martin Luther King cuando en 1963 denunció a Estados Unidos como “el mayor proveedor de violencia en el mundo”, vinculando las políticas imperiales a la injusticia dentro del país.
El militarismo no sólo ha sido reforzado en sus industrias armamentistas sino por una política exterior que sigue siendo generador de intervencionismos en los países del mundo que representan intereses estratégicos para su economía y sus políticas imperiales (Afagnistan, Irak, Medio oriente, Panamá, Colombia, etc., etc.); Obama puede discursar que su “país prefiere la paz sobre la guerra”, como lo hizo en su discurso, pero la realidad es otra, como ya lo han demostrado otros presidentes estadounidenses. Luego resulta que el movimiento inmigrante informa que Obama ha deportado un número récord de inmigrantes, casi un millón al año, más que su antecesor republicano, George W. Bush, en sus primeros cuatro años, ha intensificado la ola antimigrante en este país y, junto con ello, han empeorado los niveles de racismo en la opinión pública.
En fin, el discurso de Obama se opaca al enfrentar la realidad de una nación, que como la mayoría de los países imperialistas del mundo, se niegan a modificar sus modelos políticos y económicos de gobierno, que sólo han generado mayor desigualdad económica, crecientes polarizaciones sociales, divisiones políticas, muy lejos de la justicia, la igualdad y la paz, no sólo de sus países sino de los que pretenden seguir dominando; mas lejos de los anhelos de Martin Luther King que subrayaba: “no puede haber igualdad sin justicia económica” y de sus demandas de que “nosotros como nación tenemos que realizar una revolución radical de valores... Cuando máquinas y computadoras, motivos de ganancia y derechos de propiedad son considerados más importantes que la gente, la terna gigante de racismo, materialismo y militarismo es imposible de conquistar”.
El otro suceso, el de Enrique Peña Nieto al poner en marcha su ignominiosa Cruzada Nacional contra el Hambre, lo abordaremos en la siguiente semana.
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