En tanto los gobernantes, de las sociedades desarrolladas privilegian, cuando menos en sus discursos, los anhelos de libertad, justicia e igualdad para sus sociedades, aunque sigan sus políticas imperialistas y dominantes generadoras de explotación, desigualdad y pobreza en sus países sometidos; resulta que gobiernos, como el de EPN, en México privilegian políticas asistencialistas dirigidas a combatir el hambre, que producen sus modelos económicos políticos neoliberales, sometidos a los intereses de estos imperios, llegando a reconocer, hasta ahora y cínicamente, no sólo la incapacidad de lograr soluciones a la deprimente pobreza de millones de mexicanos, que ellos mismos han generado, sino además de ni siquiera garantizar el derecho a la alimentación consagrado en nuestra constitución, sin afrontar sus responsabilidades en estos rezagos ancestrales, que por sus torpezas, insensibilidades, ineficiencias e ineficacias les corresponden, esto jamás lo abordaran en sus peroratas indignantes en sus eventos envueltos en la parafernalia como el que desarrollaron al poner en marcha la Cruzada Nacional contra el Hambre, en el mes de enero pasado.
En Las Margaritas, Chiapas, ubicado en el corazón de la zona geográfica del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), uno de los movimientos libertarios contra la injusticia y la desigualdad de los mas trascendentes en nuestra patria, el gobierno de EPN, su gabinete, los gobernadores y los perversamente aliados de la izquierda sin dignidad, desde los que se integraron a corromperse con ese poder como funcionarios, empezando por la Secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles Berlanga, hasta algunos senadores de la República, diputados federales y estatales, reforzados por sus dirigentes partidistas, del ignominioso Pacto por México, se aliaron gozosamente en este acto que perfilan para que sea el sello distintivo de sus política social, como ya lo han venido haciendo en otros programas asistencialistas y clientelares de la política electorera desde los regimenes priistas que no sólo desmantelaron el Sistema Alimentario Mexicano en los años 80 sino los integraron estratégicamente en los decadentes programas sexenales de Solidaridad, y luego en los gobiernos panistas con los programas Progresa y Vivir Mejor, donde en la practica consistía en repartir, lista nominal en mano, dádivas en las regiones más afectadas por la pobreza, a fin de asegurar sufragios masivos en favor del partido en el poder, sin olvidar como el Partido Revolucionario Institucional, recurrió a ella en forma masiva y notoria durante el proceso electoral del año pasado.
Todos los oradores, en este acto, se desgarraron las vestiduras, conmocionados por la tragedia de esta lacra de la pobreza en millones de mexicanos, perseveraron en sus conceptos de carencia alimentaria, dispersión, lugares erosionados por la exclusión, pobreza extrema, se sintonizaron servilmente muy bien con el indigno presidente que tenemos, EPN, quien bien dramatizaba su conmoción de lo que denomino, en relación al hambre, como una “verdad ignorada”, “lamentable”, “lastimoso” y “doloroso”, un gran reto histórico, sin lograr desbordar el llanto remato “no hay nada más angustiante para un padre o una madre de familia que carecer de lo indispensable para dar de comer a sus hijos. No hay nada peor para el desarrollo de una nación que no alimentar adecuadamente a sus menores durante los primeros años de su vida, de manera especial”. Quiso colocar ese problema entre las prioridades del debate nacional y de su gobierno espurio, sin hacer referencia de los otros factores generadores de la pobreza extrema y de la carencia alimentaria en nuestro México contemporáneo, como lo han sido la precarización económica de los trabajadores, con los salario mínimos generadores de esa hambre, la deficiencia de plazas en empleos formales y mejor pagados, sus políticas fiscales de exención de impuestos a los grandes empresarios, y la ausente soberanía alimentaria, el cruel abandono del campo, menos del mercantilismo depredador de los empresarios de la industria de la alimentación, ni que decir, de la conceptualización de el hambre y las privaciones de amplios núcleos de población con visiones integrales, derivadas de las políticas financieras del neoliberalismo salvaje y sus procesos de formación de emporios financieros, comerciales e industriales al amparo del poder público, desde las perversas privatizaciones de las empresas públicas, concesión de los servicios a cargo del Estado, la socialización de las deudas privadas, sus reformas laborales con la contención salarial, ofensiva antisindical, desregulación de las relaciones laborales y de las normas comerciales; hasta la apertura incondicional y dogmática de los mercados, de los alimentarios, sobre todo, a los productores extranjeros, desmantelamiento de instituciones y mecanismos de bienestar social y de redistribución de la riqueza, aplicado todo ello en medio de una gran corrupción integrada sistemáticamente a las redes del poder delincuencial que hoy nos tiene a millones de mexicanos no sólo con niveles de pobreza lacerantes sino con una gran violencia social donde diariamente se asesinan, secuestran, torturan y desaparecen cientos de víctimas de este estado delincuencial.
Jamás reconocerán realidades de que el hambre de millones de mexicanos ha sido un gran negocio para sus elites del poder que han sabido utilizarla eficazmente para perpetuarse en el poder y mantener, a lo largo de mas de cuarenta años, el mismo modelo económico y político. Sin la existencia de estos grandes sectores marginados, pauperizados y hambrientos no sería posible su perpetuación en el poder, los priistas y panistas por eso generan sus programas insignia de su política social, sabedores de que con sus dadivas asistencialistas no lo solucionaran, pero si les servirá para seguir medrando en el poder político de nuestra nación.
Simplemente observemos que su programa tiene por objetivo: 7.4 millones de mexicanos con carencias alimentarias, en tanto la pobreza extrema es de casi 12 millones de personas, si tan sólo lograran solucionar la terrible desnutrición infantil, que padecen más de dos millones de niños y los más de seis millones mal alimentados en este momento, sería mas realista y trascendente en el avance de los problemas de alimentación que los mexicanos padecemos.
En fin debe estar muy claro que su Cruzada Nacional contra el Hambre no trata de un cambio estructural, sino de un proyecto asistencialista, de clientelismo político, que no atacará las causas profundas del hambre y la pobreza, que intentara simular el cumplimiento de México en el marco de los compromisos en el programa Hambre Cero, de la ONU. Los expertos coinciden en lo demagógico del programa, “Porque realmente el reto es inverosímil: ¿cómo reducir a cero el hambre, terminar con la desnutrición infantil, aumentar la producción de alimentos y el ingreso de los productores agrícolas sin cambiar el programa económico y laboral de Enrique Peña Nieto?”
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