En el siglo pasado, después de la segunda guerra mundial y en el
contexto de la guerra fría que prevalecía en el mundo entre los países
capitalistas y socialistas, encabezados por EU y la URSS , nuestros países
emergentes, como México, denominados eufemísticamente países del tercer mundo o
subdesarrollados eran objeto de políticas, para el desarrollo social, mediante
el denominado estado de bienestar, que los gobiernos mal ejercían tratando de
garantizar los satisfactores básicos como salud, seguridad social, vivienda,
alimentación y educación de las poblaciones. La pobreza extrema, el hambre y
las enfermedades hicieron prevalecer las organizaciones caritativas de la
sociedad civil, la mayoría inmersa en los grupos religiosos de la iglesia
católica y con el apoyo de algunos empresarios.
Las condiciones económicas y políticas que prevalecían en nuestras
sociedades de injusticia, autoritarismo, antidemocracia y explotación, hicieron
emerger los grandes movimientos sociales revolucionarios en las ciudades y en
las zonas rurales, como el estudiantil del 68 y la guerrilla de los setentas,
que proyectaron el agotamiento del
modelo corporativista, surgido de la Revolución Mexicana, el cual había
generado sus propios interlocutores de la sociedad civil, con una política
inmersa en el paternalismo y un fuerte intervencionismo estatal en la vida
pública. Muchos de los pensadores críticos pasaron de la movilización política,
a los proyectos de desarrollo de los gobernantes, que gustosamente los integraban,
a sus estrategias para lograr mejores controles en el ejercicio del poder,
sobre todo que limitaran la acción política de los opositores, mas de los que
se integraban en la militancia de los partidos de izquierda, a quienes los
gobernantes y los oligarcas primero privilegiaron la represión feroz que usaron
en su abominable guerra sucia, luego empezaron a espejear una reforma política
que a la fecha sigue sin concretarse en la anhelada transformación política de
nuestro país donde prevalezca la libertad, la justicia y la democracia.
Las Organizaciones de la Sociedad Civil, algunas con años de existencia,
aparecieron a la luz pública en el contexto del temblor en la ciudad de México
de 1985, cuando prevaleció la pasividad gubernamental, donde ante la gran catástrofe,
la ayuda internacional se canalizó a organizaciones sociales en vez del
gobierno, así el auxilio a las victimas y la posterior reconstrucción
visibilizaron a un movimiento hasta entonces desapercibido, como actor social
alternativo a los tradicionales del espectro corporativo, movimientos
gremiales-sindicales y políticos-partidos. Ante la ausencia de un concepto que
permitiera catalogarlos o nominarlos se optó por la negativa con el término
Organización no Gubernamental (ONG).
Luego al incrementarse el poder político de los opositores al régimen, logrando hasta
victorias por la vía electoral, como el caso de Cuauhtémoc Cárdenas, que
ganando la elección presidencial en 1988, fue objeto de un gran fraude
electoral, el priismo gobernante incrementó esas estrategias de control que
permitiera dispersar la unidad en la acción de los ciudadanos progresistas,
sobre todo de los activistas, simpatizantes de izquierda, que bregaban en la
lucha por solucionar los problemas en las graves violaciones de los derechos
sociales fundamentales, los derechos humanos, las persistentes transgresiones a
la ecología, en los problemas emergentes de salud como el incremento de las
adicciones, el SIDA, la Violencia Familiar
y la lucha contra las desigualdades y la explotación de la mujer, etc., así
iniciaron cientos de organizaciones de ciudadanos con objetivos particulares,
en ámbitos específicos que estaban dirigidos a coadyuvar a mejorar el
desarrollo humano y social de los habitantes. Actualmente destacan
las dedicadas al apoyo a las mujeres impulsadas por feministas; las
ecologistas; las dirigidas a la atención de los problemas de pobreza y
vulnerabilidad, incluyendo el trabajo con indígenas, los inmigrantes y las de
atención a la población discapacitada, entre otras. Sus abordajes van desde la
perspectiva educativa, el desarrollo de proyectos productivos, de mejora de la
calidad de vida, como los proyectos de autosuficiencia alimenticia o de
autocuidado de la salud, o la combinación de dos o más orientaciones. En otros
casos se trata de organizaciones para la movilización y la protesta, como las
constituidas en contra de la globalización y de las políticas neoliberales. Un
sector de las OSC ha optado por la denuncia y la movilización para exigir el
respeto o las denuncias por violaciones de los derechos humanos, la depredación
de recursos naturales, o se organiza en contra de políticas específicas, como
por ejemplo la movilización en contra del Tratado de Libre Comercio. Su
trascendencia ha hecho que organismos internacionales como la ONU los reconozca
como interlocutores permanentes de la sociedad civil organizada,
fundamentalmente en el marco del PNUD (Programa de Naciones Unidas Para el
Desarrollo.
El Estado mexicano inició una política de fomento y fortalecimiento de
estas organizaciones, legitimando su institucionalidad, además de los estímulos
fiscales, destinó recursos económicos
para apoyar el financiamiento de sus actividades por todos los niveles de gobierno,
desde el federal, el estatal hasta el municipal, privilegiando a las
organizaciones dirigidas por personajes antipartidistas, antipolíticos, mas a
los que se integraran a su perseverantes ideología de la vía ciudadana como
solución a los problemas sociales prevalecientes, excluyendo a los de férrea
oposición al régimen, con excepción de quienes aceptaran ser integrados a
sistema de cooptación, donde les eran aceptados sus discursos innovadores y
hasta revolucionarios siempre y cuando se exentaran en la práctica de sus actividades en sus organizaciones
de la sociedad civil.
Se les ha llegado a considerar las protagonistas de una nueva forma de
gobierno, la gobernanza, se las convoca a integrar consejos consultivos en las
dependencias gubernamentales, en los que supuestamente se definen las políticas
públicas y los programas, se invita a sus dirigentes a incorporarse en la conducción
de programas de gobierno, sobre todo de contenido social; son incorporados con
la figura de candidatos ciudadanos, en las listas de candidatos a puestos de
representación popular de los partidos, que inclusive modifican sus estatutos
para poder incorporar a estos actores, supuestamente no partidistas, se
convirtieron en sujeto de financiamiento público de diversos programas
gubernamentales, y se encargan de actividades gubernamentales mediante los
sistemas de subrogación, sobre todo en las secretarias de desarrollo social,
del medio ambiente. La propuesta de esta gobernanza como nuevo modelo se ha
concretado en la constitución de Consejos Consultivos, en la mayoría de las
dependencias y programas de Gobierno, y foros de consulta, organizados
generalmente por candidatos, o las cámaras. Entre otros se pueden mencionar los
Consejos Consultivos de: Desarrollo Sustentable, Educación, Salud, para el
Desarrollo Social, de Políticas de Población, de Transporte.
La realidad actual muestra
un sistema de control estatal muy definido, el cual tiene como objetivo
mantener relaciones de control y dependencia de las ONG,S. Los mecanismos de
registro, instaurados han permitido a los gobiernos no solo conocer sino
fundamentalmente regular a las organizaciones, convirtiéndolas en apéndices de las dependencias y programas
gubernamentales. La mayoría optaron por registrarse, para acceder a las ofertas
de financiamiento y apoyo derivadas de su integración a la gobernanza, que les
ha limitado la capacidad crítica y propositiva de las organizaciones
convirtiéndolas en organizaciones para-gubernamentales aniquilando la
voluntariedad, integrando mecanismos de atracción mediante la amistad, el
compadrazgo y la promoción y no sólo mantienen relaciones desinteresadas de
trabajo, sino formas disimuladas de trabajo remunerado, de interacción
clientelar con las instituciones y de formas veladas de promoción político
electoral.
La realidad es que las Organizaciones de la sociedad civil, también
denominadas organizaciones no gubernamentales, están muy alejadas de la
perspectiva teórica, donde “se consideran como condiciones del surgimiento de
la sociedad, la constitución de ciudadanos, en tanto sujetos, individuos con
autonomía y capacidad crítica, su capacidad de asociarse libremente, sin
coacciones ni por necesidad”, es decir que el prerrequisito de su existencia
remite a la autonomía: autonomía económica,
autonomía de criterio y autonomía organizativa.
En este momento cabe preguntarse qué tan civil es la sociedad civil, o buscar nuevas conceptualizaciones, la más drástica opta por denominarlas oportunistas-clientelares.
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