En tanto transcurren, en este año
2016, las campañas electorales de 14 entidades del país, muchos de los
candidatos y partidos políticos, sobre todo del PRI, PAN Y PRD y sus aliados
del PVEM, PANAL y PT, siguen haciendo uso de la deshonrosa práctica del
clientelismo político con financiamientos provenientes del control efectivo de
los recursos que administran en los estados, municipios y el gobierno federal,
donde gobiernan, siguen alentando el “clientelismo de estado” como soporte de
su régimen de oprobio. Aunque hay que reconocer que ese clientelismo se ha
expendido por los corporativos empresariales y grupos delincuenciales, que con
sus apoyos financieros amenazan seguir usurpando los ejercicios del poder de
los políticos electos, sometiéndolos a sus voracidades por sumar el poder
político en la concentración de sus riquezas.
Ejecutan, ad hoc, ese principio
que Noam Chomsky denomina “manipular elecciones”, como estrategia de
mantenimiento del poder de las plutocracias, donde el electorado es engañado por
la propaganda publicitaria, que es dirigida a generar desinformación y
estimular emociones engañosas, fabricando deseos y esperanzas, que lo lleven a
tomar decisiones irracionales, en contra de sus intereses, como sucedió con el “Bronco”
en Nuevo León, ante el “hartazgo” percibido por los electores, y la esperanza,
que bien vendieron sus estrategas publicitarios, de ese personaje que hoy nos
gobierna, con la decepción actual de miles de los que votaron por él.
En México y en la mayoría de los
países de nuestro continente, este clientelismo, fue integrado, primero por los
terratenientes con poder económico y político, desde el colonialismo español,
en las haciendas, luego con el surgimiento de los estados nacionales, a partir
del siglo XIX, con el desarrollo del régimen presidencialista, basado en la
expansión electoral, los votos se convirtieron en referente real, promoviéndose
las relaciones clientelistas dentro de las nuevas estructuras políticas, como
los partidos políticos y la burocracia estatal, donde desde el siglo pasado,
tanto los regímenes autoritarios del PRI como los que han enarbolado la
democracia, el PAN y PRD, han hecho del clientelismo su base social de apoyo,
mediante los empleos públicos, una burocracia con bajos sueldos, deficiente
capacitación, el uso discrecional de los programas sociales, manteniendo el
bajo nivel de institucionalización del estado, en todos los niveles donde
gobiernan, además de la lacra de la corrupción administrativa que hoy prevalece
impunemente.
El clientelismo político hace más
victimas, a quienes tienen bajos niveles educativos, desinformados, inmersos en
el control de sus creencias y actitudes, por los titulares de los cargos
políticos, son personas cuya vida transcurre en alguno de los grados de
pobreza, según el Coneval, el número de pobres en México
aumentó en 2 millones durante la administración de Enrique Peña Nieto, al pasar
de 53.3 a 55.3 millones de personas en situación de pobreza de 2012 a 2014,
estos son el objetivo de los políticos clientelistas. Son los pobres que viven siempre
con dificultades por satisfacer las necesidades básicas de alimentación,
vivienda, salud y educación de sus familias. También están los de clase media,
con pobreza intelectual, con la aspiraciones de ambicionar mejorar su estatus socioeconómico, con un pobre
desarrollo moral e ideológico, inmersos en la visión individualista del
neoliberalismo del que sólo vale por sí
mismo, infectado por el virus deshumanizante que acaba con la solidaridad
fraternal y el amor básico en la convivencia humana.
Así en este momento, nos siguen avergonzando los
políticos en sus campañas, donde reparten las despensas, “con frijol y
gorgojo”, parafraseando a AMLO, además de tinacos, materiales de construcción,
laminas, juguetes, electrodomésticos, televisiones, medicinas, la mayoría desviando
los recursos financieros, de los programas sociales del Sistema Integral Para
el desarrollo Integral de la Familia (DIF) y de las Secretarias de Desarrollo
Social, amenazando a sus beneficiarios de perder sus becas en los programas de
salud, educativos, y los apoyos asistenciales de los adultos mayores,
discapacitados y madres solteras. Sin faltar sus ofrecimientos de otorgar
dinero por su voto, en efectivo o mediante la modernización tecnológica en la
compra del voto mediante sus tarjetas electrónicas, como ya lo han hecho en
el Monexgate”,
el “Pemexgate” y el de “Los Amigos de Fox”.
Se
trata a toda costa de ganar una elección, lograr el poder, lo más lamentable es
que los políticos, inmersos en estas prácticas clientelares, que lo logren,
tendrán que someterse no sólo a los poderes facticos tradicionales de los
empresarios, la iglesia, los medios de comunicación, sino hasta los grupos
delincuenciales, más visibles en las elecciones de los estados de Tamaulipas,
Chihuahua, Durango, Oaxaca y Veracruz, fortalecerán así las redes
delincuenciales del poder en nuestra patria, incrementado los factores de riesgo
que mantienen la corrupción, injusticia,
violencia y las graves desigualdades en nuestro país.
Inhibir
hasta su mínima expresión, la lacra del clientelismo de la política, sólo se
lograra con la prevalencia plena de la libertad y la democracia en todos los
niveles de funcionamiento de nuestra sociedad.
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