Resulta que Enrique Peña Nieto (EPN), una vez más, como estrategia mediática para contrarrestar la
mala imagen y desaprobación generalizado de su gobierno, tratando de desviar la
atención de los graves problemas nacionales, que padecemos los mexicanos, con
las graves injusticias, desigualdades y sus lacras de pobreza y precarización
del bienestar generalizado, que se han incrementado, a partir de sus reformas impuestas, propone reformas legales
para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, recibiendo
inmediatamente las respuestas de los conservadores, liderados por los jerarcas
de la iglesia católica, prestos a engancharse para contribuir en esa
estrategia, una vez que se les agotó la otra estrategia de legalización de la
marihuana.
Así, EPN propuso, en el acto oficial de la residencia en los Pinos, para la conmemoración
del 17 de mayo sobre el Día Internacional contra la Homofobia y Transfobia por
parte de la comunidad Lésbica, Gay, Bisexual, Transgenero e Intersexual
(LGTBI), lo inaudito, acciones, que sirvan para atacar la discriminación, que
son objeto las personas de la diversidad sexual y propuestas para avanzar en sus
derechos en México. Son derechos que por décadas, se han exigido por las
fuerzas progresistas y de izquierda en nuestro país. Según EPN se trata “de que
los matrimonios se realicen sin discriminación por origen étnico,
discapacidades, condición social, salud, religión o preferencias sexuales”, son
iniciativas de reformas, al artículo 4 constitucional y reforma al Código Civil
Federal, para que esta unión, se pueda realizar sin discriminación alguna,
entre personas mayores de 18 años, acorde con lo que establece la Ley General
de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.
Esta lucha contra la homofobia y la discriminación por
preferencias sexuales ha sido muy larga, desde finales del siglo XIX, mas
cuando en 1886, el psiquiatra alemán Richard von Krafft Ebing, incluía en su
libro 'Psychopathia Sexualis', la homosexualidad como una "perversión
sexual" y le atribuía un origen hereditario, luego Sigmund Freud,
reflexionó mucho sobre la homosexualidad y, entre otras cosas, la caracterizó
como el resultado de un conflicto durante el desarrollo de la identidad sexual,
en el que el varón se identifica con el sexo femenino y empieza a sentir
atracción por los hombres, muy masculinos; así padres y madres castrantes
serian estigmatizados como culpables de las conductas homosexuales, lo cual reforzó
esta orientación sexual como enfermedad y así fue incorporada a las
clasificaciones internacionales sobre trastornos mentales.
Fue hasta 1973, que la LGTBI, logro que la Asociación
Norteamericana de Psiquiatría, tras una completa revisión científica sobre el
tema, la retirara de la sección “Desviaciones sexuales” en la segunda edición
del “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-II). En
los ochentas, el DSM III sólo incluyo la Homosexualidad egodistónica donde “el
rasgo esencial era el deseo de adquirir o aumentar la excitación heterosexual,
de tal forma que puedan iniciarse o mantenerse relaciones heterosexuales y al
mismo tiempo, una pauta mantenida de excitación homosexual clara, que el
individuo manifiesta explícitamente como no querida y que es causa persistente
de malestar”; era una categoría
reservada a los homosexuales para los que el cambio de su orientación sexual
era una preocupación persistente, donde existían conmoción emocional debido a
sentimientos negativos relacionados con la conducta emocional, habría sintomatología
asociada como soledad, sentimientos de culpa, vergüenza, ansiedad y depresión.
Más de dos décadas, después en 1990, la Organización Mundial
de la Salud (OMS), retira la homosexualidad de su lista de enfermedades
mentales, medida que no sólo no impidió que se siguieran practicando todo tipo
de terapias para intentar "curar" a los gays y las lesbianas, sino además
no logró detener la homofobia, su victimización violenta con la transgresión de
los derechos humanos fundamentales; persistiendo hasta la fecha personas,
profesionistas, educadores y académicos que la consideran una enfermedad, una
perversión del ser humano.
En el actual DSM-V de la APA, en su Guía de consulta de los
criterios diagnósticos, las alteraciones en relación a estas conductas sexuales,
sólo son consideradas en un capitulo denominado como Disforia de Género, donde
se considera un trastorno de identidad sexual, que así también se incorporo en
el ICD-10 de la OMS, cuando genera malestar importante, con alteraciones
emocionales o distres debido a la discordancia entre su sexo asignado al nacer
y su identidad de género.
El hecho abominable, como lo ha denunciado la comunidad LGBTI,
en este tiempo, en nuestro país, es que cada mes al menos seis gays, lesbianas,
bisexuales y mujeres transgénero son asesinados, entre 1995 y 2015 se
reportaron mil 310 homicidios por causa de la identidad sexual, además de padecer
los impedimentos para casarse, discriminación en sus familias, escuelas y
centros laborales, de tal forma que los altos índices de violencia contra esta
comunidad, hace que México ocupé el segundo lugar a escala mundial en crímenes
de odio contra este sector.
Así que lo que realmente constituye una patología inaceptable
es la homofobia, donde los homicidios y feminicidios son su expresión más
extrema, de la barbarie de la violencia que padecemos los mexicanos, donde es
urgente cambiar el régimen de oprobio, que tenemos donde sus gobernantes siguen
usando estas estrategias de distracción, para debilitar a sus opositores, ante
la impopularidad y su gran psicopatología: la corrupción, esa debería ser la
enfermedad que debemos erradicar de nuestra patria.
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