La semana pasada, Enrique Graue Wiechers,
el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), enfatizó que
las casas de estudios superiores deben oponerse a las malas ideas surgidas
desde el poder http://www.jornada.unam.mx/2017/03/31/politica/012n2pol. “Las universidades tienen la capacidad
de los proyectos para oponerse al poder que emite malas ideas”, subrayó Graue
Wiechers.
La realidad es que la mayoría de las
universidades públicas en México desde el siglo pasado, sobre todo después de
los movimientos estudiantiles de los sesentas, han bregado en el no sólo en el
acriticismo sobre las políticas públicas en turno de los sexenios, sino además
en el servilismo a los gobernantes pripanistas del régimen de oprobio que
padecemos, donde sus personajes principales como los rectores una vez que han
terminado sus funciones salen del closet para servir a los gobiernos en el
poder pripanistas y sus partidos, como lo está haciendo ignominiosamente José
Narro, ex rector de esa misma institución UNAM.
Enarbolando las falsas tesis de no
politizar la vida universitaria, no sólo han obstaculizado la integración de la
cultura democrática en el seno de sus instituciones, sino han negado la
libertad de expresión básica de maestros, estudiantes y trabajadores,
reprimiendo y desarrollando acciones coercitivas, marginando y trasgrediendo
derechos laborales a sus disidencias que osen criticar sus rígidos pensamientos
intelectuales, con sus posturas políticas conservadoras y retrogradas al
servicio de sus jefes gobernantes en turno, ante los que no sólo se inclinan
sino declinan ignominiosamente.
Quienes hemos sido opositores, amantes de
la libertad y la democracia, hemos tenido que declinar sus propuestas de cooptación
con su múltiples atractivos disfrazadas de ofrecimientos académicos, laborales,
económicos a los que algunos académicos e intelectuales han sucumbido integrándose
a sus estrategias de control autoritario y despóticos de los numerosos grupos
caciquiles que dominan en sus feudos territoriales de las escuelas, facultades
y dependencias universitarias imponiendo sus intereses personales, siempre al
servicio del régimen de oprobio que padecemos.
Despolitizar, no partidizar, han sido sus
objeciones en el tratamiento de los problemas académicos, administrativos y de investigación,
no se diga en las tareas culturales, deportivas y artísticas de sus
universidades, mas cuando se trata de promover la pluralidad del conocimiento
en el marco de las ideologías políticas, sobre todo de las que chocan contra
sus conservadurismos y creencias religiosas, sus foros no están para la difusión
de las propuestas de los acérrimos opositores progresistas de las izquierdas,
menos para los partidos en que militen.
Si se trata de valorar los proyectos de
las políticas públicas de los gobiernos, en sus planes y programas sectoriales
siempre han actuado como comparsas de legitimación, participando en sus
teatrales y simuladoras “consultas ciudadanas” adulando los contenidos,
fortaleciendo sus peroraratas de modernismo, innovación con el mínimo de críticas,
sin hacer alusión cuando menos a los referentes de los organismos
internacionales que enmarcan estándares o alertan de las malas políticas
conforme a la materia, sea en política económica, social, educación, salud, ecología,
etc..
Tiene razón el rector de la UNAM, las
universidades no sólo tienen y han tenido el poder para transformar las políticas
públicas, la paradoja es que ese poder lo han utilizado para poder mantenerse
en sus cotos de poder, en los diferentes niveles de las instituciones universitarias,
protegidos en su autonomía universitaria, al servicio del régimen gobernante,
sus voces se han ausentado de la lucha contra la depredación ecológica, el mercantilismo
atroz del modelo económico dominante y explotador que padecemos, de las
reformas que sexenio tras sexenio nos imponen, desde las hacendarias, energéticas,
educativas, de salud, telecomunicaciones, hasta de las relacionadas con el
desarrollo social, mas las dirigidas a disminuir la lacerante pobreza y
hambruna de nuestras comunidades, donde se han llegado a integrar en el indigno
asistencialismo clientelar de los políticos gobernantes.
Acabar con esa corrupción, autoritarismo
y acriticismo, integrando la libertad plena y la cultura democrática en las universidades
públicas nos llevara al anhelado cambio de los usos del poder contra las malas
ideas de los políticos gobernantes, por el que desde hace décadas luchamos.
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