En un día no muy lejano resulta que reporteros, editorialistas, articulistas, informadores y/o periodistas de los principales medios de comunicación en prensa, radio, televisión y redes de internet se dedicaron a cultivar la verdad, rechazaron la mentira, la imposición de criterios manipuladores de sus jefes, más de los prejuicios en sus comunicaciones, subordinaron el humanismo, sobre las ganancias económicas inmorales o ilícitas, respetando todos los derechos humanos, rechazaron toda forma de cooptación, corrupción y conflictos de interés que pervirtiera sus actividades profesionales.
Llego el día en que sus informaciones evidenciaban la grave corrupción de los poderes públicos y privados, sobre todo de las mafias del poder económico y delincuencial que en complicidad con los políticos, en el gobierno, amenazaban continuar acumulando riquezas mal habidas y extender sus estrategias de influyentismo y violencia, atemorizando, amenazando, secuestrando y matando. Empezaron a denunciar con nombre y apellido los personajes más siniestros y sus cómplices, emergiendo los líderes de la delincuencia y personalidades con grandes riquezas que habían tenido una imagen implacable de buenas personas, del mundo empresarial y de las familias de políticos, algunos altruistas y hasta filántropos.
Conmocionada la ciudadanía, exigía justicia, aplicar todo el peso de la ley, acabar con la corrupción, impunidad, el cinismo y desvergüenza de estos personajes, los poderosos no actuaban, en los diferentes niveles de gobierno ni en el poder judicial, menos en las dependencias responsables de luchar contra la corrupción, hasta que una de las acciones violentas y homicidas de los delincuentes, acabo con la vida de uno de sus comunicadores, periodista muy conocido (a) y apreciado (a) por toda la sociedad, que se sumaba a los cientos de víctimas que por años se habían suscitado; entonces todos unidos, hombres y mujeres, espontáneamente, adoloridos, agobiados por la violencia, de todas las edades salieron a las calles con una férrea determinación a decir ya basta, apliquen las leyes, hágase justicia, deténgase y procese a todos los responsables que por omisión o incumplimiento de sus responsabilidades se han integrado en las redes delincuenciales del poder que ha generado la violencia social que padecemos.
Así, ciudadanos y ciudadanas sin partido, militantes de todos los partidos políticos, de todas las creencias, con o sin religión y de todas las clases sociales, lograron rebelarse, tomar las calles, protestando y exigiendo, durante algunas semanas, provocando que los funcionarios del poder gubernamental actuaran, desarticulando las redes de complicidades, destituyendo y poniendo ante la justicia los funcionarios involucrados, desde secretarios encargados de despachos, hasta fiscales, agentes del ministerio público y jueces corruptos, además de desmantelar los recursos financieros ilícitos de todos los involucrados, congelando sus recursos financieros mal habidos, rescatándolos para que el estado los usara para reparar los daños e invertirlos en las políticas sociales de salud, educación y seguridad.
Al año los asesinatos habían bajado a su más bajo nivel, no más de cien en el año, como el que hace más de dos décadas existían, los secuestros, ejecuciones, y feminicidios habían desaparecido, el consumo de drogas, abuso de alcohol y tabaco, estaban en su más mínima prevalencia, en tanto los procesos ante la justicia lograban eficiencias de más del 80% y la población retomaba las calles para su libre esparcimiento, atrás quedaron los miedos, las angustias y los abusos que los había agobiado. Los comunicadores se convirtieron en unos virtuosos cultivadores de la verdad, de la felicidad, del bienestar de los demás, promotores del saber, del conocer, sintiendo la alegría que causa dar, compartir y no el acumular y el explotar a los demás, sus espacios informativos habían dejado atrás el abuso de las tragedias derivadas de la violencia, la denominada nota roja era cosa del pasado, se informaba con estricto respeto a los derechos humanos de las personas.
Desde ahí empezó la construcción de una sociedad donde la justicia, la libertad y la democracia se convirtieron en los pilares de lo que hoy es una de las sociedades con los más altos niveles de desarrollo económico, social y humano no sólo en la región sino en el mundo.
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